Gladys Monterroso
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“Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión” Erich Fromm
Crecí en el seno de una familia creyente no practicante, mis padres creyeron en Dios a su manera, no éramos de ir a la iglesia, si acaso una vez al año, el Domingo de Ramos, los demás días vivíamos creyendo que existía el bien, pero también el mal, porque para que exista uno el otro debe darle sentido, así lo sigo creyendo, como forma de ser y de vivir dentro de la sociedad en sí.
Este domingo recién pasado, pude observar las manifestaciones de fe en las redes sociales, aceptando que es la nueva forma de comunicación, observé tanta devoción como la que viví hace años siendo una adolescente, en la iglesia de Chichicastenango me erizó la piel, vivir de cerca la fe con la que los vecinos del lugar, hablaban en la iglesia en medio de velas, dirigiéndose a Jesucristo o a la Virgen, me impactó tanto la entrega en las peticiones o agradecimientos, que lloré de la emoción y del amor que me embargó, porque el ser humano necesita creer en alguien que no sea un ser humano, porque le ha defraudado enormemente.
Esa era la época en la que se escuchaba a los Guaraguao cantando las Casas de Cartón, que trasladándolas a la mayoría de los guatemaltecos serían las casas de paja, era la forma en la que vivían y viven la mayoría en el interior del país, lo peor entre esa época y esta, es que nada ha cambiado, las diferencias socioeconómicas siguen siendo abismales, la pobreza es parte del diario vivir de un más que 80%, la riqueza se concentra en pocas manos, como ha sucedido históricamente, y sigue sucediendo, por lo que las letras de la música de los Guaraguao siguen estando vigentes, porque han cambiado los nombres y los rostros, pero las condiciones no.
Después de la entrada de la pandemia, que aún no ha remitido, se vislumbra un aumento de la fe de nuestra sociedad, la que, a pesar de que muchas familias han perdido a un ser querido producto del Covid, es notorio como, continúa un acercamiento profundo hacia la figura de un ser de amor, más que de castigo, de cercanía por ser omnipresente se encuentra en todas partes, ha crecido entiendo en nuestra sociedad la necesidad de agradecer, porque de eso se trata, de agradecer por la vida, el trabajo, la familia, y ¿los que no los tienen? tienen fe, y eso es importante para luchar por conservar la vida y la familia y encontrar trabajo, la pandemia vino a acercar más al ser humano con esa fuerza infinita que solamente puede venir de algo superior.
Dios no es la iglesia, que ha cometido gravísimos delitos contra mujeres, niños y hombres, la iglesia es un conglomerado de hombres, que por serlo pueden tener innumerables defectos, o lo que es lo peor desviaciones, y que, han utilizado a la institución para de alguna forma cubrir sus bajos instintos, pero repito, es necesario separar unos de los otros, y si alguien decide juzgar, se debe juzgar al hombre que no ha estado a la altura de lo que de él la sociedad esperaba, que no fue la esencia de lo que aquellos vecinos de Chichicastenango creían.
La fe está intrínseca en alguien que creció dentro de alguna religión, sin importar cuál sea, todas llegan al mismo fin, emana se entiende de un ser superior, que colma de amor a quien lo necesita, ¿Cómo lo hace? Esa es la respuesta más importante, infundir consuelo a quien lo busca, ya sea en una montaña, en una planicie, en un bosque, en un hogar, en cualquier lugar, la paz siendo el más grande valor al que aspira vivir cualquier ser humano, la encuentra.
El solo hecho de que la historia se divida en un antes y un después de la muerte de Jesucristo, le imprime un significado más que relevante a la existencia de un hecho doloroso, como la muerte del ser que logró sin proponérselo marcar por medio de su muerte un antes y un después, y quedó como un mensaje de que no solamente el murió, morimos todos, pero para renacer, eso sentimos los que creímos que la pandemia si existió, y más aún los que sufrimos la enfermedad, con la duda, de ¿Habrá un mañana?, y que vivimos como nunca la muerte de seres queridos, amigos y conocidos, es cierto que todos los días fallecen en el país un número de personas, pero en tan poco tiempo tantos, fue impactante.
Por eso comprendo que quienes van a las procesiones se hayan volcado en ellas, necesitaban dar gracias y ese acto es sublime, quien no sabe agradecer difícilmente sabe dar.
La fe es el mayor acto de amor en forma de agradecimiento, por lo que sabemos hemos recibido, y que no es dinero.