Edmundo Enrique Vásquez Paz
Lo mínimo que se puede esperar de un grupo social organizado es que lo sea para protegerse contra fuerzas externas que le sean adversas; que procure el buen estar y la seguridad de los individuos que lo constituyen; y que tenga la pretensión de permanecer en el tiempo en tanto sea necesario.
Para tener éxito, el grupo deberá contar con algunos recursos mínimos. Unos recursos, orientados a tener dominio o influencia sobre su entorno. Otros, los principales, a subsistir, a mantener la integridad y el potencial o energía necesarios para cumplir con los objetivos para el que fue creado el grupo.
Bajo la perspectiva de la Universidad como la institución encargada de la formación de los contingentes de ciudadanos que deberán saber asumir con consistencia y con valores, la dirección y la orientación de las tantas instituciones e instancias de las que se constituye la sociedad -tanto en la esfera privada como en la pública-, a la Universidad le toca atender un aspecto muy especial. Aspecto consistente en no solamente preocuparse por producir el recurso humano apropiado para asumir la dirección de todas las “otras” instituciones que constituyen la sociedad si no que, también, la de sí misma. Bajo el designio de que, siendo ella la que produce para todos y que de la calidad de la dirección que se dote a sí misma, dependerá la calidad de la dirección de todas las otras instituciones… la responsabilidad de la Universidad es inmensa. Un círculo que debe ser virtuoso y capaz de revisarse y mejorarse permanentemente. Una espiral, más bien.
Llegados a este punto, se me ocurre conveniente recordar aquel adagio de “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Que viene a ser la síntesis de mi reflexión.
Si en la actualidad le achacamos a la Universidad, como institución, los tantos males nacionales de los cuales la podemos responsabilizar (profesionales mal formados y defectuosamente dotados de valores y de sana voluntad en los numerosos cargos como diputados, alcaldes, ministros, funcionarios públicos…) no debemos olvidar, de manera principal, que sus propios líderes (rectores, decanos e incluso, dirigentes estudiantiles) fueron formados en sus aulas. Algo que no solamente aplica a la Universidad Nacional por excelencia, sino que a todas las otras universidades por igual; porque, de igual manera, aunque sus órganos de conducción no estén diseñados de la misma forma, si no están “produciendo” la calidad de egresados que el país necesita y merece, debemos colegir que tienen exactamente la misma responsabilidad…
Recomiendo hacer recuento de las almas máter de los presidentes que hemos tenido, de los ministros, de los diputados, de los gobiernos locales e, igualmente, de los empresarios que han estado ejerciendo el liderazgo en el sector privado… Y también podría realizarse un ejercicio similar para llevar registro de los centros educativos en los cuales se han formado estas personas… Y meditar en dónde se han formado todos los que “no vamos a votar” en los múltiples eventos e instituciones en los cuales deberíamos ejercer sufragio… No es posible que las entidades encargadas de “formar”, se laven las manos…
Por todo lo anterior es que, cuando pienso en el caso concreto de la universidad nacional a la luz de los últimos escándalos, surge en mi mente el concepto de la homeóstasis: la capacidad de los organismos de autorregularse. La Usac se ha desentendido, desde ya hace buen tiempo, de la necesidad de formar a sus estudiantes y egresados con los valores y las aptitudes necesarias para, también, llegar a ser sus propias autoridades, sus profesores, sus investigadores, sus cuadros administrativos. Es un perfecto ejemplo de un organismo que ha perdido su capacidad homeostática (su capacidad de autorregularse) a partir de sus propios recursos…
Siendo un sistema que se encuentra indefenso y a la deriva por propia indolencia y despreocupación… la Universidad debe encontrar la manera de recuperar la propia capacidad de sanearse a sí misma… Algo que se puede lograr. Por de pronto, pienso que ese debe ser el principal objetivo de cualquier reforma a la que pueda ser sometida la Universidad. O el objetivo principal para el diseño de la Universidad que necesita y se merece el país. Saber inculcar en sus “formandos” valores y la conciencia real de los tiempos que está viviendo nuestra nación.