Héctor Fernando Castillo Zamora
La noticia de la suspensión de procesiones en los años 2020 y 2021 cayó como balde de agua fría a los cucuruchos y no cucuruchos, quienes empezamos a prever lo inimaginable. Por primera vez, esta generación no tendría procesiones durante la época que más esperamos. Habría una pausa en el ritual de cada año, ese que nos abraza como los devotos abrazamos el bolillo en cada turno.
La ciudad que ya se había vestido con los colores propios quedaba, como dice el viejo refrán, vestida y alborotada. Esto conllevó un impacto no solo devocional sino también económico. Según el Banco mundial –BM- Guatemala puso fin a tres décadas de crecimiento económico. Aún en esta coyuntura, el país experimento una de las menores contracciones del Producto Interno Bruto (-1.5%) de América Latina y el Caribe.
Mucho se escribió sobre esta pausa, sobre este silencio en nuestro pentagrama. Mucho nos hizo falta. Pero hay otro lado, uno más humano y menos explorada desde la sensibilidad propia del cucurucho. Me refiero a todos aquellos emprendedores que desde la economía informal tuvieron que luchar para subsistir en una época donde usualmente alcanzan mayores ingresos económicos.
En aquellos momentos de incertidumbre, uno no podía dejar de pensar en los vendedores de algodón, los abuelitos heladeros, la venta de súchiles, las empanadas, el personal de apoyo etc. El impacto económico real a los comerciantes formales y semiformales durante la Semana Santa de 2020 y 2021, cuando no hubo procesiones en las calles, es difícil de medir. Este artículo quiere dejar testimonio de las otras de la época cosas que también hicieron falta.
Desde el 2007 Saúl López Siqibache tiene su propia banda de música. Como todos los de ese gremio esperaba con ansias la cuaresma 2020. Sería un año especial, él haría su debut como director que acompaña al Nazareno de Jocotenango.
El maestro López Siquibache nos cuenta que, aunque la mayoría de personal de su banda tiene otros ingresos, algunos de los músicos que lo acompañan tuvieron situaciones muy difíciles. De hecho, para algunos, la situación llegó a ser tan apremiante que debieron hacer colectas solidarias con distintas bandas para poder ayudar a sufragar sus problemas económicos.
También existe el caso de una procesión, que por falta de ingresos no pudo cancelar el costo, absorbiendo el director en este caso la responsabilidad de pagarle a sus músicos, deuda que la hermandad aún está pendiente de solventar, esperando regrese la normalidad de ingresos.
Mynor Manzo, músico de percusión de la banda Pasos de Fe comenzó como archivero en la agrupación del maestro director Luis Pirir en el 2005, para luego tener la oportunidad de ser miembro de la banda. Por el momento lleva dos años inactivo por la pandemia, esto ha conllevado dificultades económicas y personales debido a que más allá de músico también es cucurucho y devoto. “Hizo muchísima falta ir atrás de Jesús y la Virgen interpretando las marchas fúnebres con nuestras amadas imágenes de pasión”, nos relata.
También hay algo que nos hizo falta y fueron los sabores propios de la época. Julio Alejandro Solís proviene de una familia de reposteros. Su madre era especialista en pasteles de ocasión y él inició a trabajar con ella para ayudar a su familia. Luego comenzó con el tema de pastelería y panadería individual. Pronto reparó en que existe un nicho de mercado muy tradicional en las empanadas de leche durante la Cuaresma y Semana Santa.
Por ello, desde hace aproximadamente 10 años se dedica únicamente a venderlas siendo esta época la cosecha esperada, menciona. Luego de varios años de producir a todo vapor, la pandemia vino a dar una baja sensible en las ventas acarreando una crisis económica, dejándolo sin capacidad de inversión. Aún no se explica cómo pudo mantenerse a flote.
Durante el 2021, al estar abiertas las iglesias, logró ventas del 50% con respecto a los años de la pre pandemia. Durante una Semana Santa normal llega a producir 10 mil empanadas y espera este 2022 alcanzar su nivel de ventas.
El refresco de súchiles es una de las bebidas más consumidas en esta época, y la Famosa Casa de los Súchiles es el lugar predilecto para consumirla. Doña Patricia Guzmán lleva trabajando en ella desde hace 50 años. Durante esta pausa tuvo que tomar decisiones difíciles, como prescindir del personal que laboraba en el local. Con la fe en Dios decidió no cerrar ningún día y ofreció su producto únicamente para llevar.
Fue la tradición familiar y la añoranza propia del cucurucho los que salvaron el negocio, pues las personas se acercaron para comprar el refresco por galón. Con mucha dificultad logró que el negocio subsistiera. A partir de 2021 se notó una mejoría y espera en el 2022 recuperarse de los gastos incurridos en la crisis.
En el 2022 los cortejos procesionales vuelven a las calles de la ciudad de Guatemala y en varios puntos del país, los pequeños emprendimientos, los músicos y demás personas que encuentran en ellos un alivio económico tienen al fin un respiro. Algunos como nuestro amigo Otto Saúl Vásquez, “el rey de los buñuelos”, ya no estarán presentes para ofrecernos sus productos, y ojalá estas letras sirvan como homenaje póstumo a su esfuerzo y apreciado trabajo. La luz al final de túnel empieza a aparecer, la música, los sabores propios y los colores de esta época de nuevo tienen su mejor versión y todos recordaremos que en los años de pandemia fue mucho lo que nos hizo falta.