Una vida de viajes y experiencias prometedoras rodea a Daniel Salazar, cantautor guatemalteco que ha probado su suerte en distintos rincones del continente americano. Para Salazar, cada escenario es un nuevo mundo por recorrer y la música ha sido su pasaporte.
El artista actualmente reside en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos, pero la virtualidad fue el canal principal para el relato de esta historia. Desde su hogar, Daniel Salazar conversó con La Hora Voz del Migrante vistiendo una camisa formal azul, mientras sostenía un micrófono dinámico, tal como los que amplían su voz en el escenario.
MÚSICO POR NATURALEZA
Salazar recuerda sus primeros acercamientos con la música a la edad de seis o posiblemente siete años. El encuentro fue suscitado “por naturaleza”, según recuerda, pues en la radio escuchaba a artistas nacionales; sin embargo, fue hasta sus 10 años que se atrevió a cantar por primera vez en una colecta de fondos para el Club Social y Deportivo Xelajú Mario Camposeco.
“Jamás pensé tener una carrera como músico, cantante y menos como artista”, admitió el quetzalteco al principio de la entrevista, pues en su niñez solía participar como aficionado en la Radio Landívar, Radio La Voz de Occidente (TGD) y en la Radio Nacional (TGW).
Al llegar a la adolescencia, ingresó al Instituto de Varones y junto con su amigo “Tito López” empezó a tocar la armónica para posteriormente formar un grupo musical para el instituto.
El entusiasmo trascendió a la conformación del grupo “Los Terribles de Quetzaltenango”, agrupación que impulsó su disco debut que llevaba el nombre de Daniel Salazar en la portada como compositor. “Logré darme cuenta que sí me gustaba”, comentó.
ESTADOS UNIDOS Y UNA SERIE DE EVENTOS FORTUITOS
No fue la necesidad de un trabajo, ni el sueño de vivir de la música lo que impulsó a Daniel Salazar, fue más bien “por una situación personal y familiar; y para prepararse para la vida a nivel cultural”.
Al contrastar los recuerdos de Guatemala con las nuevas experiencias en tierras norteamericanas, Salazar casi olvidó que en Guatemala escuchó reiteradas veces que “la música es para borrachitos”. Para su sorpresa, en Nueva York, cuando conoció al entonces alcalde, él también mencionó con estigma que “los chapines son unos borrachitos”.
A pesar de estos prejuicios y que su motivación principal no era la música, Daniel Salazar poco a poco descubrió que la música era su pase directo a lugares que nunca había conocido y conocer distintos perfiles.
“Con el tiempo empecé a darme cuenta que la música ha sido como mi pasaporte, mi camino. Gracias al apoyo de las personas que me rodeaban recibí oportunidades de estar delante las cámaras y estar en el foco de los medios”, dijo.
EL RESPETO Y LA MOTIVACIÓN ES EL MOTOR
El quetzalteco acepta que en este viaje no todo ha sido color de rosa, pero sobre estos sentimientos ha prevalecido la motivación y el compromiso con su audiencia. Uno de los momentos más memorables del cantante fue su interpretación en el Date Country Auditorium de Florida, donde fue el protagonista del escenario durante dos horas.
Justamente ese día coincidió con el cumpleaños de Salazar, pero la expectativa por el concierto invadió las emociones del artista, pues en un principio creyó que el auditorio estaría vacío, pero, para su sorpresa, “llenó la casa”.
“Esa fue la llegada de Daniel Salazar a Estados Unidos, un migrante”, afirmó el guatemalteco.
A partir de este momento, la vida profesional de Daniel Salazar cobra cada vez más notoriedad en el mundo, formándose a través de conciertos junto con Duke Ellington, el rey del Jazz para los norteamericanos, Andrés Segovia, Carlos Montoya, Stephan Xeixa y Elio Roca, aunque no descarta que más encuentros de este calibre le deparen en el futuro.