Históricamente los decanos de las distintas facultades en cualquier universidad tenían la responsabilidad de administrarlas y de mantener o elevar el nivel académico para formar cada vez a mejores profesionales en las distintas disciplinas universitarias y se les elegía por su prestigio y capacidad. Todo ello ha ido cambiando, no sólo en la Universidad de San Carlos sino en las mismas universidades privadas y el tema adquirió proporciones enormes cuando se dispuso trasladar a la academia la responsabilidad de postular a candidatos a ciertos puestos, especialmente los relacionados con el sistema de justicia, el régimen electoral y los temas vinculados a la fiscalización.
La idea era arrebatar a las mafias políticas el control que tenían sobre las Cortes, la autoridad electoral, el Ministerio Público y la Contraloría de Cuentas pero como bien dijo César Augusto Toledo Peñate, recordado y muy astuto abogado, lo que se terminó haciendo fue prostituir a la academia porque resultó que, tanto en la Universidad nacional como en las privadas, los puestos se volvieron atractivos y relevantes para las mafias porque de esa manera podían influir y lograr lo que ahora es ya una absoluta realidad, es decir el control pleno de todas las estructuras que pueden ser garantía de impunidad.
La Postuladora para Fiscal General es la que, sin duda, más peso le da a la academia porque la mayoría absoluta de sus integrantes son decanos de las distintas facultades de derecho que hay en Guatemala, lo cual debiera dar confianza de que, entre ellos, pudiera haber una rescatable mayoría de decanos de universidades privadas que tengan un compromiso con el desarrollo del país. Los decanos podrían mandar por un cuerno a la Presidenta de la Corte Suprema de Justicia y a los representantes del Colegio de Abogados y de su Tribunal de Honor, pero la forma en que están encarando su responsabilidad no permite hacerse muchas ilusiones y es bueno que sepan que aunque la opinión pública se muestra indiferente, para variar, siempre quedará constancia histórica del papel que cada uno de ellos juegue en este peculiar y muy especial proceso.
No son únicamente los Embajadores los que se preocupan por el deterioro del Estado de Derecho y quienes toman nota de lo que está ocurriendo, sino somos muchos los ciudadanos que seguimos, sorprendidos, la forma de dócil complacencia que algunos están adoptando en este crucial momento porque entendemos que de lo que ellos hagan o dejen de hacer dependerá en gran medida el futuro de nuestra legalidad y el futuro de la impunidad.
Puede ser que los decentes no lleguen a tener mayoría ni a dominar la situación porque los intereses en juego son demasiados y el dinero que corre de por medio es mucho. Pero si esos decentes se juegan para demostrar sus valores y su ética, por lo menos estarán enviando un mensaje de que el país tiene alguna posibilidad de rescate porque quedan aún algunos que están dispuestos a dar la dura batalla que implica rebelarse contra las poderosas mafias. Y llevando la cuenta de quién es quién en la Postuladora le hacemos un beneficio al país.