Fernando Mollinedo C.
En principio, debemos recordar que la democracia no sólo se mide por la participación ciudadana en las elecciones; la medida, la da un sistema político de convivencia social que trae consigo compromisos y obligaciones que diariamente se deben fortalecer, porque su permanencia no está garantizada y la polarización y anarquía de quienes ejercen el poder son un reto por vencer.
En Guatemala la democracia sólo ha sido gozada por la población en períodos muy cortos, por decirlo así sólo de algunos momentos, las razones han sido diversas: tiranías, oscurantismo religioso, intereses económicos de la élite gobernante y de sus financistas políticos, ambición desmedida de quienes manejan el mercado de importaciones de productos, el lucro bancario y, sobre todo, la evasión del pago de impuestos por la clase económicamente dominante del país.
La Democracia es un juego que hace cada cuatro años el despotismo ilustrado y decir que estamos peor que nunca no lo creo cierto, porque en cada etapa de la vida se han presentado diversos problemas que, en ese momento son nuevos y por lo tanto no pueden compararse con los problemas pasados; sin embargo, la magnitud de los problemas crece en relación al crecimiento de la población y la falta de atención por parte del Estado para resolverlos; sean éstos a nivel nacional, regional o municipal; los problemas pareciera que surgen como esporas en la sociedad.
Los proyectos políticos de casi todos los regímenes que han sido incompatibles con el sano desarrollo de la población, pues al disponer de la ejecución del presupuesto nacional cayeron en el olvido, no se les dio la importancia debida aduciendo erróneamente que Guatemala era, o actualmente es, sólo la capital, y que en el interior del país por estar lejos del centro de gobierno no ameritó atención específica para problemas específicos de carácter urbano y rural. Ese abandono se traduce diariamente en el analfabetismo, insalubridad, morbilidad infantil, inseguridad y otros factores que inducen irremediablemente a la población hacia la delincuencia.
Nuestro índice de desarrollo humano integral no estuvo ni está a la altura de los ingresos que percibe el Estado en concepto de impuestos regulares, puesto que éstos son dispuestos para que los ejecuten instancias administrativas presididas por personas analfabetas funcionales, ignorantes de la realidad nacional e iletrados que hurtan y roban, desfalcan, falsean documentos y, que inventan necesidades sociales para obtener el dinero para supuestamente satisfacerlas, pero es para su apoderamiento ilegal.
El populismo y los programas asistenciales con fines electorales no permiten un verdadero desarrollo, la división social que fomentan los propios regímenes no ha permitido el desarrollo de una cultura democrática de libre expresión, puesto que sus metas han sido y son la conservación del poder político, que les impide tener una visión de Estado que fortalezca el supuesto sistema democrático en el que vivimos. ¿Qué candidato podría ofrecer un cambio en las estrategias de gobierno? ¿Sabrán que un nuevo establecimiento de políticas públicas permitiría el desarrollo económico y social e intelectual?