Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
-Fijate vos que últimamente he estado pensando sobre lo frágil que es la vida, en que hoy estamos pero mañana quién sabe. Uno se puede morir de un catarro, de un accidente o de alguna otra enfermedad. Es jodido eso, vos. Por eso es que hay que dar gracias a Dios todos los días por la vida y porque estamos sanos.
Tales eran los comentarios de Gedeón cierto día en que se le metió que deseaba visitar a Papaíto. Como ya lo conozco, que cuando le entra la onda filosófica de la vida hay que tenerle paciencia, solo lo iba escuchando mientras caminábamos por ahí por El Botellón. Y justo en ese momento oímos un frenazo seguido de un ruido metálico y el silencio instantáneo que se generó, para luego dar paso al alboroto y las carreras de la gente. Ocurrió que un motorista no respetó el ALTO de la calle y un carro lo chocó. Casi de inmediato eso se llenó de gente, todos mirando y haciendo gestos. Y nosotros también. Y el motorista ahí tirado a media calle, y algunos fueron a levantar la motocicleta, otros se pusieron a darle aire con un abanico al motorista y una señora se apareció con un vaso de agua y en eso se escuchó la sirena de una ambulancia y la gente no se hacía a un lado, todos queriendo ver en qué paraba la cosa, y nosotros también ahí mirando la escena, hasta que los bomberos recogieron al motorista y se lo llevaron a alguna parte, pero él no se quería ir porque no quería dejar abandonada su motocicleta, hasta que le explicaron que se la llevaría la policía, que no tuviera pena, pero a él eso, precisamente, era lo que le daba pena, pero como estaba muy lastimado los bomberos no hicieron caso de sus protestas y se lo llevaron y hasta entonces la gente se comenzó a dispersar y nosotros seguimos nuestro camino.
-Pues como podrás haber visto, es lo que te venía diciendo, que la vida es sumamente frágil, por eso yo digo que hoy estamos y mañana quién sabe…
Y al tenor de tales pláticas continuamos con nuestro camino, pero yo iba sumamente preocupado, pensando en el pobre muchacho de la moto y de sus golpes, y así hasta que llegamos a la casa de Papaíto, quien nos recibió con su habitual aparente indiferencia, que se acentúa cuando ve a Gedeón y se me queda mirando, como haciéndome algún reproche por haberlo llevado a su casa.
-Pues va a ver, Papaíto, lo que nos pasó ahora que veíamos, ¿verdad vos?, qué le parece que por ahí por El Calvario iba un motorista que no hizo el ALTO y lo aventó un carro, ¿verdad vos?
Papaíto solo se nos quedó mirando y no dijo nada. Yo me imagino que ha visto tantas cosas que ya nada le asusta.
-Y viera que la gente ahí haciendo estorbo, no dejaban que los bomberos hicieran su trabajo, y el pobre motorista preocupado por su moto, pero se lo tuvieron que llevar al hospital porque estaba muy lastimado. Es lo que yo le digo a aquél (yo), que la vida es muy frágil, que hoy estamos pero mañana quién sabe. Usted, Papaíto, debe darle gracias a Dios todos los días porque se mantiene bien, sano y sin malos vicios, porque no cualquiera llega a los 96 años tan entero como usted. Y mire Papaíto, a propósito de estas cosas, ¿usted ya hizo su testamento? No es por nada, pero uno debiera preocuparse por esas cosas, es mejor dejar arreglado todo porque después vienen los problemas y los pleitos, yo sé que su hijas y sus hijos y sus yernos y sus nueras son todos buenas gentes, pero a la hora de la hora resultan los problemas. Si quiere le hablo a la hija del licenciado García, viera que se trata de una persona bien decente, no como algunos licenciados meros sinvergüenzas; además, es mejor dejarlo todo en orden, así usted se va a evitar que después anden ahí hablando a sus espaldas, diciendo que como no dejó sus cosas en orden uno se aprovechó del otro y en vez de recordarlo con bendiciones lo van a maldecir, como yo le digo a aquél (yo), que la vida es muy frágil, máxime a su edad, Papaíto, que no es por nada pero yo lo veo muy bien, pero como bien dice el dicho, caras vemos y corazones no sabemos, ¿qué sabe usted si ya se le está desarrollando algún tumor y ni siquiera se ha dado cuenta…?
Papaíto se comenzó a impacientar, pero como es educado no dijo nada, solo se levantó, me hizo una señal para que lo siguiera y me fui con él.
-Ve –me dijo-, ¿querés llevarte de mi casa a ese animal inmediatamente? Y te apurás porque de lo contrario lo voy a echar a patadas.
Viendo así las cosas, cuando regresamos a la sala, y haciendo la gran alharaca, le dije adiós a Papaíto. Gedeón se me quedó mirando, pero antes de que se pusiera a preguntar idioteces le dije que nos íbamos. Y nos fuimos.