Juan Fernando Batres Barrios
Es una muy fría noche, húmeda, aunque no ha llovido en realidad todo el parque se ve con una capa de sereno que lo asemeja a un gigantesco espejo en la loza de cemento. Aquí estoy, desprotegido en realidad, pendiente de los ruidos extraños que puedan ser amenazas a mi existencia. Debe ser temporada de fin de año porque a pesar del frío y lo tarde que es, se ven personas andando alrededor del parque, con sonrisas en las caras y lucecillas titilantes en los negocios de las cercanías.
Tengo frío, pero lo que más me lastima es la soledad, la falta de cariño y los malos tratos que muchos me dan tan solo porque no tengo hogar, quizá tienen razón y huelo un poco mal, pero en realidad no es mi culpa, fui abandonado hace ya tanto tiempo que no puedo recordar una noche en la cual tuviera un techo seguro debajo de mí y un plato de comida fresca. En cambio, hoy en día me refugio debajo de alguna lámina suelta o cornisa en las calles y he tenido que comer de los depósitos de basura a las afueras de restaurantes y supermercados.
Cavilo un poco, estoy muy cansado de existir, algunos de mis compañeros dicen que he tenido suerte, que muchos no sobreviven tanto tiempo en las calles y menos con este clima. Seguramente debe existir un plan o una esperanza para mí. En realidad, no lo creo, pienso que quizá solo es obra de un destino burlón y una muerte esquiva el hecho que aún esté respirando.
Estoy descansando cuando me despierta unos sonidos aterradores, al parecer he tenido razón y son esas condenadas fiestas de fin de año, veo a uno niños con cohetillos, reventándolos en el parque. ¿Acaso no se dan cuenta del ruido ensordecedor que causan esas cosas? Son realmente molestos y aterradores cuando te pillan desprevenido. Siento mi corazón latir a mil, empiezo a jadear y decido salir de mi confortable escondite para encontrar paz en otro sitio.
Me dirijo a un callejón que está detrás de un par de restaurantes, están muy ajetreados estos días de celebraciones y espero encontrar algo bueno de comer entre las sobras que sacan a la basura. A lo mejor tengo suerte y me ve alguno de los lavaplatos, ellos siempre son muy bondadosos con seres desafortunados como yo.
Doy un par de vueltas, al parecer no hay suerte, todos se ven muy ocupados en la cocina y nadie ha tomado tiempo de descanso en el callejón; tendré que conformarme con romper una de las bolsas de basura y ver que encuentro. Aunque tal vez sea mejor idea buscar refugio, hace mucho frío y de cualquier manera no tengo mucha hambre que digamos en estos momentos, la basura estará ahí por la mañana, me digo a mí mismo.
En medio de unos pedazos de madera encuentro una caja de cartón grande, un lugar perfecto para pasar la noche, al cuidado del mal olor de la basura, puedo estar seguro de que ningún chiquillo malcriado vendrá por aquí a reventar ningún cohetillo…
A los primeros rayos del sol que se logran colar en el callejón, abro mis ojos, veo que no hay movimiento ni ruidos en ningún lugar, salgo de mi suite y me dispongo a buscar algo de comer porque ahora sí me está gruñendo mi estómago, reclamando que ayer no lo puse de primero. Volteo para ver por todos lados y los contenedores de basura están vacíos, ¡Qué diablos! Digo y no me queda más que salir de ahí, buscar en algún otro sitio algo de comer.
Ando como gran señor en la avenida principal, nadie me nota en realidad, gozo del super poder de la invisibilidad media vez este calladito, sin hacer movimientos bruscos ni acercarme mucho a las personas. Encuentro a una persona bajando de un autobús, al parecer va apresurado y deja caer una bolsa de papel, es mi oportunidad.
Salgo corriendo y tomo esa bolsa de inmediato, solo Dios sabe que tesoro puede contener. Avanzo varios metros, el tipo que dejo caer la bolsa me ve y ni siquiera hace el intento de perseguirme, al voltear la esquina me detengo para admirar mi botín; rompo la bolsita de papel y logro ver un sándwich de huevo con queso y una manzana roja, tan roja y redonda como esas cosas que cuelgan de los árboles en estos días. Engullo mi desayuno y me relamo la boca, me tomo un momento para disfrutar lo que me acabo de comer, quizá sea lo único que coma hoy, pero estaba delicioso y limpio, para variar.
Ya con mi estomago aquietado y callado me dispongo a pasear, eso hago la mayoría de mi tiempo, ver diferentes plazas, calles y posibilidades de encontrar nuevos y mejores refugios. En estos días es más sencillo conseguir comida, pero más difícil encontrar lugares que me den un poco de paz y seguridad.
Llegué a un parque donde suelo estar, posee una bonita fuente que casi todo el año tiene agua fresca, es mi bebedero particular pero no exclusivo. Si veo a otros como yo, procuro irme, no soy antisocial ni nada parecido, pero a las personas no les gusta ver muchos como nosotros juntos. Me acerco lentamente a tomar un poco de agua, veo a todos lados, no por miedo, pero sí por precaución, en este parque también vienen a jugar muchos niños, algunos son tiernos, hasta comparten en ocasiones alguna galleta conmigo, pero hay otros que parecen demonios.
Hay niños que no sé por qué motivo les encanta arrojar piedras a los seres menos afortunados que ellos, otros hasta matan a pajarillos con unos artefactos que lanzan esas piedrecillas muy rápido, son malas personas creo yo, ¿qué daño hace una pequeña ave que solo está dándonos su canto?
Por suerte hoy no hay ningún niño en el parque, puedo relajarme un poco y sentir el sol en mi cuerpo. Tengo un poco de comezón, debe ser por donde dormí anoche, debía haber pulgas en esa caja de cartón o yo las tengo siempre, jejeje…
Me voy del parque caminando al sector de la ciudad donde viven los más afortunados, en esa colonia, según me han contado, se encuentran grandes tesoros, una vez me contó un amigo que en ese lugar encontró una cama casi nueva, no podía llevársela porque pesaba mucho pero tomo una siesta fantástica, otro me comento que encontró comida en algunos negocios de ese sector, especialmente para criaturas desamparadas como nosotros, era muy bueno para dejar pasar la oportunidad.
Voy entrando en una avenida muy bonita, muy diferente a mi sector en el centro de la ciudad, esto era muy elegante, olía muy bien por todos lados, encontré unos pequeños chorros de agua que giraban en un parque así que me puse a jugar con ellos, me empapé y tuve que deslizarme en el césped para secarme un poco, me sentí muy bien. Encontré uno de esos locales que tiene comida pasa indigentes como yo, era algo insípida, pero he comido tanta basura que a lo mejor es mi paladar el que ya está dañado y como dicen algunos, a caballo regalado no le ve el colmillo.
Estaba ya el crepúsculo, este lugar se ve tan maravilloso con esos tonos rojizos y purpuras del cielo, por eso las personas adineradas que viven por estos lados están felices siempre, pienso, si tienen estas vistas y tienen de todo aquí. Lo pienso un poco y decido buscar un lugar para pasar la noche en esa colonia tan elegante, aquí es tan bonito todo que hasta en el parque donde al parecer me bañe podría quedarme sin ningún problema.
Me dispongo a dormir un poco, noto que, sí hay cohetillos estallando, pero se escuchan más a lo lejos, en este lugar todos los niños tienen jardines grandes en sus casas, entonces no salen a fastidiar con esas monstruosidades al parque, me agrada tener un poco de paz, para variar.
Al ver las estrellas del cielo debajo de una banca del parque, intento recordar si yo alguna vez tuve una casa, o siempre anduve vagando en la ciudad. Cierro mis ojos, ha sido un largo y buen día, como hay pocos, quizá tienen razón los otros y tengo una esperanza…
A la mañana siguiente, no despierto hasta ya entrada la mañana, quizás serían las 9 o las 10 y me veo rodeado de varias personas que me ven a una prudente distancia, como asustados, recuerdo de golpe lo que decían los amigos de estos lugares, que eran muy amistosos pero que no debías quedarte en ellos, que las personas en estos sitios no les gusta en realidad vernos invadiendo sus territorios.
Les digo que lo siento y que ya me voy, pero solo los asusto al parecer, salgo corriendo y algunos de ellos me persiguen, estoy aterrado. Les grito que no les hare daño, que solo me quiero ir y continuar con mi vida, que nunca volveré si eso es lo que quieren, pero ellos me atrapan, me amarran como si fuera un criminal y yo me quedo callado, pensando que no debí quedarme a dormir por más calmado que se sintiera todo.
Ahora pagaré un alto precio, no entiendo nada de lo que dicen entre ellos y veo luces muy fuertes que las dirigen a mí, me ciegan casi por completo.
Estoy muy asustado y me tienen encerrado en un lugar que, aunque está limpio es muy pequeño, pienso que será el fin de todo, al final terminaré como otros de los míos, desparecido y en realidad nadie me extrañará. Alguien se acerca y me da un poco de comida y agua, estoy tan asustado y confundido que no sé qué está pasando en realidad.
Paso aquí un par de días, llegan algunas personas a verme, como si fuera una especie de animal raro y esto fuera un zoológico. Me atan nuevamente y sacan a dar un paseo, es extraño, no parece que quieran hacerme daño…
Me visitan a mi nueva residencia forzosa un par de jovencitos, me meten en una especie de balde gigante, como la fuente donde tomaba agua en la ciudad; me rascan todo mi cuerpo con algo que hace cosquillas, saca mucha espuma y huele muy bien… ¡Me están bañando! No recuerdo la última vez que me bañé con agua y jabón. Al finalizar me cepillan, me siento fenomenal.
Me dan unas golosinas deliciosas por haberme dejado bañar creo, pero como no me iba a dejar, sentí delicioso todo eso, me sentí… ¡Querido!
Al día siguiente no me dieron alimento en la mañana, estaba algo perplejo y hambriento la verdad, llego un hombre con una bata blanca, me agarro de mi boca, me revisó y de inmediato me pinchó con algo que parecía una espina como las que tienen los rosales de algunos jardines que conozco, no me dolió mucho, pero me causó somnolencia y me dormí todo el día.
Siguen llegando personas a verme, algunos parece que nos les agrado, fruncen el ceño cuando me miran, otros solo hacen caras y voces graciosas cuando están delante mío, estas personas son muy extrañas…
Al principio trataba de escapar, no me fiaba de nadie de ellos en realidad. Incluso amenazaba a algunos con hacerles daño y les gritaba muy fuerte, pero todos me mostraron un lado que no conocía de las personas, después de la primera vez que me bañaron me rendí, la verdad, pensé que quizá sería como la mascota de todos y de nadie a la vez, pero me daban de comer y tenía un lugar seguro donde dormir, nadie me tiraba piedras, estaba bien.
Con el tiempo empecé a entender algo de lo mucho que hablaban estas personas y algo me daba curiosidad, muchos de los que venía a verme preguntaban cosas como ¿Qué raza es? Que será eso de la raza, me pregunte, ellos solo son personas y nada más. ¿Acaso yo seré un marciano?
Escuché a uno de los jóvenes el que más me cuidaba, que nadie me quería, eso me entristeció y pensé entonces que ellos tampoco me apreciaban, pero entonces porque me tenían ahí con ellos. Hablaban de lo costoso que estaba saliendo tenerme ahí con ellos y que le hablarían al que me pincho para que me pusiera dormir. No entendí nada en ese momento, no necesito ayuda para dormir, es una de las cosas que mejor hago pensé. Si es mucho dinero la comida que me dan puedo comer lo que ellos dejen de su propia comida, siempre lo he hecho, o siempre puedo seguir buscando en los contenedores de basura, aunque lo que me dan ahora es mejor y me hace sentir muy bien, yo haré lo necesario para no ser molestia, les decía, pero nadie me entendía.
A veces creo que estos jovencitos son un poco perezosos, yo he tratado de entender muchas de las cosas que ellos hablan y yo siempre les doy magníficas soluciones a todos los problemas y nadie me hace caso ni me entiende. Creo que debo hacer algo, no quiero que me pongan a dormir… Será mejor que la próxima vez que me saquen a pasear, de un increíble tirón y me escape. Regresaré a la ciudad de donde a lo mejor nunca debí salir para continuar con mi vida como la tenía antes.
Estaba decidido, a la mañana siguiente cuando me sacaran a caminar, me escaparía y dejaría atrás todo esto, aunque me gustaba, pero me daba mucho miedo cuando decían eso de hablarle al de la bata blanca, además estaba un poco triste al saber que “nadie me quería”.
Esa mañana todo estaba saliendo conforme al plan. En el parque donde me daban mi paseo, estaba yo muy calmadamente caminando, para que el chico que llevaba mi correa se confiara y no la sostuviera con fuerza. En el momento menos pesando di un tirón tan fuerte que el muchacho hasta se fue de bruces y cayó al césped, corrí tan rápido como pude, ¡me había escapado de que me pusieran dormir!…
Estaba ya saliendo del parque cuando vi a una pequeña niña que estaba cruzando la calle persiguiendo una pelota, ella corría sin ver a otra parte que no fuera su pequeño balón rosado, de inmediato me percaté del peligro, se acercaba muy rápidamente un vehículo por esa calle y podía ver que el conductor estaba distraído con una de esas cajitas pequeñitas que todos cargan hoy en día y que hablan con ellas como si fueran otras personas.
No pensé nada, me apresuré en dirección a la niña, aunque debería de haber seguido mi camino a la libertad.
Grité lo más fuerte que pude, para llamar la atención de todos, empuje a la pequeña niña con todas mis fuerzas y el conductor piso los frenos con gran brutalidad, haciendo un chirrido que lastimó mis oídos, pero no logró frenar a tiempo y me ha dado tremendo golpe que salí volando unos metros hacia delante. La niña, gracias al cielo, aunque llorando por el susto y la caída se libró del accidente.
En un segundo se agolparon todos los que hasta hace unos instantes no se habían dado cuenta de nada por estar pendientes de sus propias cajitas brillantes, el chico que me paseaba llegó y se abrió paso entre la muchedumbre, se arrodilló y me acarició, solo escuché que dijo: “Buen chico” y me quede dormido.
He despertado otra vez en mi suite, mi plan fracaso y ahora al parecer, de castigo por intentar escapar me han amarrado las dos patas traseras con algo muy rígido, no puedo caminar ni siquiera, menos pensar en fugarme nuevamente. Veo al hombre de la bata blanca y escucho que hablan sobre dormirme, ahora entiendo lo que eso significa, me dormí y sentí que moría cuando tuve el accidente y si el hombre de la bata quiere dormirme es que van a sacrificarme…
Aunque mi vida a lo mejor no fue extraordinaria, es mi vida, quisiera tener el poder de decidir cuándo quiero que termine, pienso. Pero estas personas se creen dueñas de todo, piensan que como pueden comprar muchas cosas todo tiene un precio y por eso deciden que de existir que no…
Lo peor de todo es que no puedo hacer nada para impedirlo, ahora menos que nunca, puedo gritar todo lo que quiera, que de todas formas no me entienden y solo se enojan más al escucharme.
Me quedo callado, resignado a mi suerte y esperando que el de la bata haga lo que debe hacer. En eso irrumpe la niña del parque con sus padres, la pequeña está bien, eso me alegra, aunque haya sellado mi destino.
Fui un nómada, conocí rincones que nadie tendría idea que existían en la ciudad y sus alrededores, tuve muchas aventuras y salí ileso de la mayoría. Aunque no conocí mucho el concepto de la amistad y el cariño, siempre estuve dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, recuerdo que incluso una vez compartí con un mendigo unas salchichas que, aunque no esté bien que lo confiese, me robé de una tienda. Tenía una cara de hambre el pobre que a pesar de que no me colaboró en nada y que días antes me había pateado, pensando que lo quería morder le deje casi en sus manos un par de buenas salchichas…
Estaba perdido en tantos pensamientos absurdos en esos instantes, eso debe pasar cuando sabes que vas a morir, recuerdas todo lo que viviste. Sentí nuevamente el pinchón de la espina del hombre de la bata, pensé que era todo, que empezaría a sentir mucho sueño y sería mi fin. Cerré mis ojos, abandonando todo aliento y deseo de vida.
No sé cuánto tiempo pasó, pero desperté en una cama diferente, pensé que era a donde uno se va cuando deja de vivir…
Tenía dolor aún y entonces me di cuenta de que no había muerto, los muertos no sienten nada y yo tenía mucha hambre. Empecé a llamar la atención para ver quien se acercaba, llego la niña que había empujado, rio al verme despierto y me acarició, por un segundo se me olvido el hambre, me sentí lleno por dentro, aunque no era mi estómago, era más bien mi corazón.
Desde entonces soy “Malish” el perro de Susanita, la niña que no es mi dueña, más bien mi mejor amiga, con el tiempo ya pude caminar y ahora corremos juntos en el parque y a todos lados, viajamos juntos con la familia y somos inseparables… Susanita es mi amiga más querida al igual que toda su familia, vivo con ella y ella me ama. ¡Tengo una familia!
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(*) Malish: Del término “Malix” que, en lengua maya según los originarios de Yucatán, significa “sin linaje”.