El conocimiento de las condiciones relacionadas a sismología, vulcanología, meteorología e hidrología son fundamentales en cuanto al diseño de estrategias para la prevención de desastres, especialmente tomando en cuenta que por nuestra ubicación geográfica somos un país que se ve afectado frecuentemente por movimientos sísmicos de variada intensidad, constantes erupciones volcánicas al menos en los tres colosos que se mantienen activos, las tormentas que año con año causan tanto problema a decenas de miles de personas y no digamos la importancia que tiene un pleno conocimiento de la situación del agua en los diferentes caudales y mantos existentes.
Hace 46 años, cuando se produjo el terremoto del 4 de febrero, el país estaba en pañales en cuanto al desarrollo de esas ciencias y no fue sino como consecuencia de esa catástrofe que científicos orientaron al gobierno de Kjell Laugerud para crear lo que conocemos como Insivumeh que tiene a su cargo ese tipo de controles y que desde su creación fue adquiriendo experiencia y mayores conocimientos para hacer informes y previsiones mucho más precisos que han sido de enorme utilidad en la prevención de emergencias. Los distintos gobiernos entendieron siempre que era una entidad eminentemente técnica y respetaron su autonomía a lo largo de ese casi medio siglo que tiene de existencia, dejando a los técnicos dirigir la institución. Por ello fue que durante muchos años, aún cuando ya se había regado la corrupción por todo el sector público, allí se seguía operando con alta eficiencia y total honestidad.
Parte del negocio de la política está en comprar votos de diputados que llegan al Congreso a transar, a hacer pisto, y por lo tanto le ponen el ojo a distintas instituciones para colocar a su gente a cambio de la “lealtad” a las aplanadoras oficiales y finalmente pasó lo que tenía que pasar. Ese Insivumeh en el que no reparaban los corruptos llamó la atención de alguien que vio la oportunidad de hacer sus trinquetes, sin duda pensando que todo pasaría bajo el radar de la opinión pública porque nadie iba a imaginar que hasta en esa entidad técnica había sentado ya reales la corrupción.
No sólo es lo que se robaron sino el daño que le hicieron al desmantelar una institución absolutamente necesaria que se había especializado al máximo y que tenía mucho prestigio, a pesar de que en sus inicios sus previsiones fueran motivo de algunas bromas entre la ciudadanía. Devolver a los científicos el control y manejo del Insivumeh debiera ser obligado, pero ahora que todo se hace con criterio de Centros de Gobierno, sin duda que será imposible.