El ser de Dios
Santo Tomás de Aquino (1225-1274) es uno de los grandes filósofos de la edad media y el más eximio representante de la escolástica católica del siglo XIII. Tomás, italiano de origen, estudió en París, ciudad en la que comenzaba a sentirse el influjo de la filosofía de Aristóteles, recién redescubierta tras un olvido de siglos. En el ambiente cristiano de la época, las ideas de Aristóteles parecían peligrosas por su naturalismo casi materialista. Muchos aristotélicos (los llamados averroístas) piensan que hay una contradicción entre la verdad filosófica y los dogmas cristianos. Para evitar el conflicto con las autoridades, definen la doctrina de la «doble verdad» (verdad de fe que puede ser opuesta a la verdad de razón). Esto no les evita la acusación de ateísmo y las condenas eclesiásticas. Tomás, sin embargo, entiende que no puede haber contradicción entre razón y fe, pues ambas vienen de Dios. Por eso, se propone rescatar para el cristianismo la filosofía «pagana» de Aristóteles, mostrando la posibilidad de hacerla compatible con la fe. Ello no dejó de acarrearle fuertes críticas y persecuciones por parte de los celosos de la «ortodoxia,» de tal modo que la filosofía tomista sólo fue aceptada oficialmente por la Iglesia años más adelante. Por su afán en reconciliar razón y fe, filosofía pagana con teología, Santo Tomás es todavía un modelo para todo filósofo cristiano. Ello no obsta para que muchas de sus tesis, por su dependencia del aristotelismo (y del neoplatonismo medieval) sean hoy muy discutibles. (*)
* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005. |
Pero es de advertir que, aunque los sentidos sean verdaderos en el conocimiento de su objeto propio, no conocen, sin embargo, que tal cosa determinada es verdad, ya que no son capaces de conocer la relación de conformidad con la cosa, sino que conocen tan sólo a ésta. El entendimiento, en cambio, sí que puede conocer esa relación; por eso sólo el entendimiento puede conocer la verdad, (…). Ahora bien: conocer esa conformidad no es otra cosa que juzgar que así es o no es la realidad, lo cual es componer y dividir. Por lo tanto, el entendimiento no conoce la verdad más que componiendo y dividiendo por su acto de juzgar. Ese juicio, si concuerda con la realidad, será verdadero, como cuando juzga el entendimiento que la cosa es lo que realmente es, o que no es lo que realmente no es. Y será falso cuando no concuerde con la realidad, como cuando juzga que no es lo que realmente es, o que es lo que no es. Queda, pues, claro que la verdad y la falsedad no se dan como en sujeto que las conoce y expresa más que en la composición y en la división. (…)
…como la verdad y la falsedad se dan en el entendimiento tan sólo en la composición y en la división, se sigue que los nombres y los verbos, tomados aisladamente, se hallan en el mismo caso que el entendimiento cuando no compone ni divide; como cuando se dice «hombre» o «blanco» sin añadir más; entonces no hay todavía verdad o falsedad.
…El verbo «es» significa secundariamente la composición, porque no la significa principalmente, sino consecuentemente, pues primariamente significa lo que se presenta al entendimiento a modo de actualidad absolutamente: «es,» dicho absolutamente, significa existir en acto. Pero, como la actualidad, que es lo que principalmente significa el término «es,» es comúnmente la actualidad de una forma (…), por eso, cuando queremos significar que una forma
(…) está actualmente en algún sujeto, lo significamos por el término «es» (…) Por eso, el
término «es» significa, secundariamente, la composición.
(Tomado de su In libros Perihermeneias expositio, 1269-1271)