Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

post author

Raúl Molina

Se cumplió el XXV aniversario y, al leer los múltiples artículos y opiniones que finalmente se produjeron, ha quedado en claro que el Acuerdo de Paz Firme y Duradera, pese a la forma antojadiza en que los sucesivos gobiernos lo implementaron, constituyó un parteaguas en la vida nacional, al pasarse del conflicto armado interno a la paz. Si se hubiesen cumplido oportuna y adecuadamente las disposiciones contenidas en los varios acuerdos, Guatemala sería un país mucho mejor, democrático y en vías de desarrollo acelerado. En el artículo anterior traté de explicar, sumariamente, por qué la aplicación del Acuerdo constituyó al final una generalizada frustración. Hoy, quiero responder a la pregunta que he visto formulada desde la sociedad civil y algunas instituciones del Estado: ¿Cómo recuperamos el Acuerdo, lo actualizamos, le introducimos una serie de nuevos contenidos y, en plazo prudente, logramos las transformaciones estructurales aún no logradas?

En primer lugar, teniendo como ejemplo la negociación de 1996, la renovación del Acuerdo debe evitar la camisa de fuerza del sistema político y producirse desde el movimiento social, mediante un diálogo multinacional en el que no participe el Estado, por estar cooptado, ni el CACIF, que es uno de los que cooptan el Estado. Se necesitará una moderación, que en esta ocasión no podrá venir de la ONU, y mucho menos de la OEA, paño de lágrimas de Giammattei. La moderación natural correspondería a entidades con autoridad moral; pero ésta es un bien escaso en el país. La Usac está fuera de consideración y las Iglesias no se han animado a tomar ninguna iniciativa frente a la crisis. Pienso que esa moderación debe provenir, entonces, de representantes capaces y probos de los cuatro Pueblos –Garífuna, Ladino o Mestizo, Maya y Xinka. Una vez constituida la instancia de moderación, le correspondería proponer una estructura organizativa que permitiera establecer la agenda y grupos para trabajarla, así como un calendario con límite de un año. En el Diálogo Nacional de los noventa, hubo grupos sectoriales que trabajaron cada cual un aspecto de la agenda. Puede servir de modelo, aunque con cambios creativos para que todos los sectores interesados se sientan incluidos y participen plenamente. Se debe recuperar el poder de la sociedad civil.

¿Sería ésta la Asamblea Multinacional Constituyente? No necesariamente, aunque puede ser el germen para ella, eventualmente, con elecciones generales para integrarla. Se trata de una nueva Asamblea de la Sociedad Civil para identificar la forma de fortalecer el Acuerdo de Paz Firme y Duradera. El objetivo sería generar propuestas de cambio, que luego se presentarían al Gobierno para su implementación. La gran duda es que haría un gobierno como el actual frente a la propuesta. Pronostico que trataría de obstaculizarla, por lo que debe considerarse la opción de forzar el cambio de gobierno con la presión social. El diálogo y los consensos alcanzados generarán la fuerza social y política suficiente para eliminar los obstáculos que, sin duda, surgirán de la corrupción, represión, criminalidad e impunidad.

Artículo anteriorUna firma de ruido y humo
Artículo siguientePolémica mundial por Djokovic