Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Ni cosa alguna extraordinaria o correcta salió y se conjugó en el 2021 del Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Los tres en contubernio continuaron corrompiendo individuos, instituciones, organizaciones públicas y privadas, subordinando ilícitamente a sus intereses, aportaciones y propiedades públicas. Un  año más que demuestra cómo el cargo, el dinero, los recursos, funcionan al servicio y beneficio de tramposos.

Lo dicho no es exageración, ni exclusivo del año que concluye: extorsión, ocultamiento de información, fraude sistemático, malversación de fondos, violación de las leyes, obstrucción a la justicia y a la aplicación de la ley, falsificación de testimonios, compra de funcionarios y profesionales, instituciones; al igual que una práctica laboral cada vez más esclavizante y menos productiva  y una alienación del pensamiento y virtudes del ciudadano, es práctica ya común que lo que hizo fue magnificarse y perfeccionarse.  Fue un año como los anteriores: de migración, despreocupación, narcotráfico, muertes y discapacidades, atribuibles en buena parte a un medio político copado que en lugar de favorecer, deja a la vista despilfarro de recursos públicos y divulgación de falsos logros. Lo único que deja saldo positivo son las remesas, que el hombre y mujer invierten en la solución de necesidades de los suyos; y los salarios, producto de la mayor inversión, producto del lavado de dinero del narcotráfico.

Los hechos sociales y públicos, acaecidos en 2021, desnudan un sistema de gobernarnos que, en lo único que califica de democrático, es en sus normas y regulaciones; pues lo carece en sus procesos de ejecución, que se realizan inspirados en saqueo y vandalismo, y apoyados por líderes sindicales y burócratas, que lejos de mantener el orden y el cumplimiento de leyes, dejan hacer, permanecen en silencio e incluso buena parte de ellos, califican como buenos, los resultados maquillados que se les presentan, sin cuestionar y chistar alguno, legitimando con su silencio, la compra y tajada del pastel que se les oferta por sus autoridades. De tal forma que seguimos viviendo dentro de una nación en que su Estado, es una amenaza para la sociedad.

Puede que exista en Guatemala, individuos que afirman que nada malo ocurre y aunque los comités y organismo de fiscalización social, la academia y los medios denuncian esos hechos anómalos, no se acompaña de la debida respuesta social y en ese sentido, Guatemala es un paraíso, con reconocimiento mundial en donde independiente de ideologías se permiten negocios ilícitos y saqueos naturales. De hecho, en el 2021 no solo se despilfarró el erario público sino los recursos naturales, sin beneficio para los que más necesitan.

Ante tal situación; ante una sociedad y su gobierno expuesto a tantos fallos y errores, esperar un 2022 de paz y prosperidad es un poco soñador. Solamente comprometiéndonos todos a evitar la  reiteración de actos públicos y privados alimentados por todo tipo de delitos, podremos ver luz para exterminar el soborno, la malversación de fondos, la obstrucción a la justicia y a la aplicación de la ley y la corrupción política que nos tiene de rodillas, y empezar a darle la despedida a tanto mal.

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