Terminaron las fiestas disfrutadas de diferentes maneras y que nos apartan un poco de la dura realidad que nos ha tocado vivir a lo largo de los últimos tiempos, tanto en lo sanitario con sus efectos sociales, como en lo político con el marcado deterioro del país. Y hoy empiezan esos días en los que nos esforzamos todos por cumplir nuestros propósitos recién expresados para intentar algo más, algo mejor en este año 2022 que recién inauguramos.
Es importante hablar de una nueva ola de casos como resultado de la variante ómicron que está haciendo estragos en todo el mundo y si bien pareciera ser menos letal y sus síntomas generalmente no son tan graves, los científicos siguen preocupados por el hecho concreto de que las vacunas parecen ser menos efectivas contra esta mutación del virus y les preocupa la nueva que se pueda derivar de ésta. Eso, por supuesto, preocupa en los países con altas tasas de vacunación pero la situación es muy distinta en los que están a la cola de la lista.
En Guatemala el mejor control se hace siguiendo la receta de Trump, en el sentido de hacer menos pruebas para que no haya tantos casos que reportar, aunque los contagios se produzcan de manera silenciosa. No tenemos vacunas y por lo visto tampoco tenemos suficientes kits de prueba. Mientras en Estados Unidos se veían el día 31 de diciembre colas interminables de gente que quería hacerse un test, en todo el territorio nacional apenas se realizaron 1,770 pruebas, muchísimo menos de lo que se llegó a alcanzar. Y empezamos el año realizando 948 pruebas a nivel nacional el primer día de enero.
Pese al incremento de casos que según el ministro, filosóficamente “lo hace pensar” en que ómicron ya pueda estar en el país, el semáforo se ha mantenido en un dominante amarillo que llena de orgullo a las autoridades y que relaja los aforos para cualquier actividad, lo que contrasta con lo que está ocurriendo en otros lugares. Las líneas aéreas se han visto obligadas a cancelar miles de vuelos en la época de más viajes, por la cantidad de tripulantes que han sido contagiados y que no pueden presentarse a su trabajo. Recordemos que aquí, antes de la Navidad, Salud Pública emitió un comunicado ordenando para el mismo día el cierre de fronteras para quienes no trajeran prueba negativa de COVID-19, medida que hubiera colapsado el tráfico aéreo hacia el país y que fue pospuesta para implementarse hasta el 10 de enero.
Y eso es apenas una de las penosas realidades con las que hemos de lidiar ahora y que nos vuelven a recordar lo mucho que hay por hacer y cuánto depende el futuro de lo que haga cada quien y de la forma en que nos comportemos.