Silvia Durán, terapista y tanatóloga. Foto La Hora/José Orozco

Silvia Durán, terapista y tanatóloga, explica cómo ayudarse para enfrentar el proceso de la muerte de un ser querido, que le permita al deudo recuperar su vida.

Durán es una madre que aprendió a vivir con el duelo por experiencia propia y gracias al estudio científico de este proceso, experiencia que comparte.

Hace 16 años decidió fundar el grupo “Lazos de Amor” para ayudar a sanar a madres que han sufrido pérdidas familiares. Esto fue a partir de sufrir una experiencia similar con su primer hijo, cuando se especializa en Tanatología (estudio científico de la muerte) y en Terapia familiar. Después de eso sufrió la pérdida de su segundo hijo.

 

Desde hace varios años se dedica a dar terapia en Boston Clinical Consulting, fundada por su hija, la psicóloga Stephanie Guilá, en donde su testimonio de vida, unido a su experiencia profesional le permite conectarse con gran empatía con cada paciente.

En un país como Guatemala en donde ocurren tantas muertes repentinas por violencia o accidentes, así como miles de personas han perdido seres queridos por la pandemia del COVID-19, hacen que esta temporada de diciembre se vuelva nostálgica y difícil de enfrentar.

En esta conversación, Durán explica el proceso del duelo, las diferencias de género y edades y, sobre todo, cómo aprender a superar el dolor para volver a encontrar el sentido a la vida.

Muchas muertes se han registrado en el último año a causa del COVID-19. Foto La Hora/Salud

LH: ¿Cómo debería enfrentarse la muerte de un ser querido?

Silvia Durán: Hay que pasar por todos los cinco pasos del duelo: negación, ira, depresión, negación y aceptación.

Con la negación se vive un estado de shock; luego viene la cólera, hay mucho enojo con la muerte. Sigue la etapa de tristeza, que se puede transformar en una depresión. La fase de negación la aplico con la vida y Dios, y finalmente viene la aceptación del duelo.

Esta aceptación depende mucho del vínculo con la persona. Yo le añado el punto seis que significa aprender a vivir de nuevo. Lo aprendí a través de mi experiencia en donde con ausencia y dolor se puede salir adelante. Una muerte es un proceso para todos, no solo de la familia.

El duelo también implica la pérdida de una mascota, un trabajo, la ruptura de una pareja. El ser humano está perdiendo siempre algo: la juventud, por ejemplo.

 

LH: ¿Cómo lo logra?

SD: Por una serie de circunstancias. Había estudiado psicología varios años antes y lo dejé. Mi hija es psicóloga y me pidió que la apoyara en su consultorio, por lo que retomé los estudios.

Una de mis principales referencias ha sido Elizabeth Kübler-Ross, psiquiatra y escritora suizo-estadounidense, y una de las mayores expertas mundiales en la muerte, personas moribundas y cuidados paliativos.

Conocí su obra luego de la pérdida de mi hijo Andrés. Su primer libro: La Rueda de la Vida, fue sanador, a pesar de que al principio no tienes concentración, no quieres leer, pero me sirvió para entender muchas cosas. La autora desarrolla el libro desde su niñez y cómo se inició para comprender el proceso de la muerte con una mirada distinta. Fue inspirador.

Vía infolibros.org

LH: ¿Cómo enfrentar una muerte repentina, contrario a personas con enfermedades terminales?

SD: Con una pérdida repentina es muy complicado, pues la persona se enfrenta a un trauma y una pérdida. Prepararte para despedir a un ser querido lleva un proceso. Puedes decir cosas, pero cuando es algo repentino, se quedan cosas sin decir.

Ahora, irse despidiendo poco a poco por enfermedad, también es doloroso porque se quedan los recuerdos del final de vida de ese proceso.

Enfrentar la muerte de un ser querido es un proceso que sube y baja. Además, los pasos de duelo no son como una secuencia: 1, 2, 3, 4, 5, varían, se avanza y se retrocede.

LH: ¿Cuánto tiempo dura este proceso en promedio?

SD: Algunos autores consideran que el duelo puede tomar de seis meses a un año. Sin embargo, en mi experiencia esto puede durar de 1 a 3 años. El primer año es el más difícil, aunque varía en cada persona; el segundo puede ser más difícil, pero para otros puede que sea mejor y el tercero año es cuando se hacen procesos y rituales de la persona que partió.

LH: Supongo que la mayoría de las personas no están preparadas para afrontar este doloroso proceso, ¿qué tan necesario resulta apoyarse en una terapia?

SD: Definitivamente, hay dos tipos. La terapia individual te permite decir muchas cosas en privado, mientras que la terapia grupal trabaja con personas en situaciones similares. Tengo un grupo de apoyo para mamás en duelo, “Lazos de Amor”, en el cual no quise mezclar a los papás, porque la manera de afrontarlo es muy diferente entre un hombre y una mujer.

Por lo general, el hombre está desconectado con sus emociones. Le cuesta enfrentar, son protectores, son quienes nos cuidan si se sienten impotentes de no haber cuidado a la familia. Se contienen, anestesian el dolor, muchos caen en alcoholismo, algunos están más conectados con lo emocional, pero son los menos. En cambio, la mujer tiende a agruparse, está en contacto con sus emociones… Llora, habla, se enoja.

 

LH: ¿Cómo funciona su grupo Lazos de Amor?

SD: Han pasado 16 años desde que lo fundé con la idea de una terapia de grupo. Actualmente en el chat estamos más de 100 mujeres, pero están en constante movimiento. El propósito del apoyo es para sobrellevar el dolor; en algunas funciona, en otras no, pero la idea no es permanecer, sino llegar para decir: “Esto me pasó, necesito ayuda, yo sola no puedo”.

LH: ¿Cuáles son las diferencias en el manejo del duelo de un niño y de un adolescente?

SD: Son diferentes. Un niño debe aprender a manejarlo como un proceso mágico, se le puede dar explicación, está en el cielo convertido en una estrella. En un adolescente es más complicado, primero porque están en proceso de adultez y una pérdida la pueden manejar con mucho enojo.

LH: ¿Qué recomienda para un proceso de sanación?

SD: Hacer ejercicio, practicar rituales de despedida, como prender una vela, escribirle a la persona, sembrar un árbol, ofrecerse en una labor de servicio. Cuando inicié el grupo, encontré que servir me ayudaba y le daba sentido a lo que me había pasado, pero esto depende de la personalidad de cada uno. Yo desde pequeña me sentía un poco salvadora.

LH: ¿Por qué escogió la tanatología?

SD: Desde que tenía unos 10 años, era la única de mis compañeras de colegio que sabía que quería ser cuando fuera grande: psicóloga. Me casé muy joven, ya no pude estudiar, finalmente concluí mis estudios. Cuando murió mi hijo Andrés decidí continuar y formar el grupo de mujeres, el cual fue creciendo. Hace 7 años perdí a mi segundo hijo. Encontré un camino, no es que fuera más fácil, ya lo conocía.

 

LH: ¿Qué mensaje le daría a una madre que atraviesa por una pérdida en este momento?

SD: En la última reunión que tuve, había un par de mamás que estaban muy mal. Les dije que algún día iban a volver a reír y serían felices de otra forma. La diferencia es la actitud que tengas ante la vida, yo lo pude hacer, pensé que no me volvería a pasar; y por segunda vez me volví a levantar.

Foto ilustrativa. Nadie está preparado para afrontar situaciones como estás. Foto La Hora/AFP
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