Mauricio José Chaulón Vélez
Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

 Ramón A. Salazar, cuyo nombre completo era Ramón Arístides Salazar Barrutia (1852-1914) fue un importante funcionario de los gobiernos liberales en Guatemala desde el de Justo Rufino Barrios hasta el de Manuel Estrada Cabrera. Médico, ensayista, literato, historiador, cronista, político, diplomático y accionista de la Sociedad Anónima de Vapores de Guatemala, se desempeñó como Secretario de Instrucción Pública y también de Hacienda de 1882 a 1885, Vicepresidente de la Asamblea Legislativa en los dos últimos años de la presidencia de Manuel Lisandro Barillas, Secretario de Relaciones Exteriores durante la mayor parte del gobierno de Reyna Barrios, habiendo sido uno de los impulsores de su presidencia; así mismo tuvo cargos en el ámbito cultural como el de ser uno de los primeros directores del Diario de Centro América y de la Biblioteca Nacional. Fue de los fundadores de la Sociedad Literaria «El Porvenir» y formó parte del consejo editorial de la revista «La Ilustración Guatemalteca». Publicó varias obras a manera de ensayo, historia, crónica y novela, siendo las principales Estudios sobre el Fausto de Goethe (1890), Alma enferma (1896), El tiempo viejo. Recuerdos de mi juventud (1896), Historia del desenvolvimiento intelectual de Guatemala. Desde la fundación de la primera escuela de letras europeas hasta la inauguración del Instituto Nacional de Indígenas efectuada en el año de 1896 (1897), Conflictos (1898), Los hombres de la Independencia. Primera Serie: Manuel José Arce, Mariano de Aycinena (1899), Historia de Veintiún Años. La Independencia de Guatemala (1904). En El tiempo viejo. Recuerdos de mi juventud (Guatemala, Tipografía Nacional, 1896), Salazar escribe sobre el mes de diciembre en Guatemala, destacando su importancia social y cultural por realizarse en él las fiestas de fin de año. El capítulo XVI de la obra, el cual lleva como título “La Nochebuena. El Nacimiento. Los Villancicos. Los Maestros Antiguos” (Salazar, 1896:95-101) es una descripción de los recuerdos que el autor tiene de su infancia, juventud y épocas más recientes de su vida acerca del mes de diciembre y sus festividades. En este breve artículo abordaré la primera parte de este episodio del libro de Salazar, la que es una evocación del ambiente decembrino en Guatemala durante la segunda mitad del siglo XIX, la cual incluye los últimos años del Régimen Conservador y los primeros del segundo liberalismo. Aunque Salazar era un férreo crítico del conservadurismo, no pasa por alto la importancia que tenían las expresiones tradicionales tanto religiosas como seculares. Al hablar del mes de diciembre, expresa los distintos momentos y lugares en donde lo vivió, haciendo referencia en todos a las fiestas y lo significativo que son estas en sus recuerdos. “En todo el orbe cristiano la noche del 24 de diciembre es la noche clásica del hogar, la fiesta por excelencia de los niños” comienza el capítulo. Para Salazar, la Nochebuena es relevante, lo cual hace suponer que en su experiencia personal y en sus círculos cercanos resultaba una considerable celebración, al mismo tiempo que lo era en Guatemala, por lo menos en los lugares en los que existían las condiciones materiales e inmateriales para que lo fuese. Como un liberal que se adscribía a la descripción positivista y al impulso de la modernidad, explica cómo se da la festividad en Alemania, país en el cual fungió como Cónsul en Hamburgo y Embajador en Berlín durante 1892. Su intención es comparar la cultura de Europa central con Latinoamérica, manifestando una posición eurocéntrica, lo que no impide que su análisis proporcione datos sumamente ricos de la celebración en tierras germanas: “En el Norte, ‘Weinacht’ es una fiesta semi cristiana y semi pagana. El fiel Eckart está en la memoria de todos los niños. Con el clima frío de aquellas latitudes setentrionales[1], las familias se congregan at home[2] reuniendo en torno del único árbol que conserva su verdor en la cruda estación[3], a la parentela y a los amigos íntimos; y entre luces, risas y alegrías se celebra la simpática fiesta. Un comercio desconocido entre nosotros los latinos, y muy productivo en Alemania, es el de los libros de ‘Nochebuena’. Libros riquísimamente ilustrados y que por lo general contienen baladas, cuentos, leyendas fantásticas de Ondinas, Trolls, Korriganas y todo aquel mundo poético de la mitología de la Edad Media alemana. Nada se diga de los innumerables juguetes que penden de las ramas del árbol de Noel, para cuya invención trabajan todo el año los que a esa industria se dedican. ¡Cuán distinto aquello de nuestras fiestas, del tradicional nacimiento, de los pastores y las zagalas[4]!”. No obstante hay una admiración del autor, como el liberal que era, por la cultura europea, es profundamente reveladora la trascendencia que tiene la Nochebuena guatemalteca para su memoria, cuando escribe lo siguiente: “Sin embargo, el hombre no puede prescindir de su raza ni de las impresiones y recuerdos de la niñez. Por eso, aunque yo he gozado en casas amigas en Alemania de aquella fiesta atractiva, sentí siempre que mi corazón estaba en mi país, en noche

como esta, y no faltó furtiva lágrima por la patria lejana y los que en ella se divertían y cantaban alrededor del pesebre del buen Jesús”. Esa evocación nostálgica demuestra que los festejos navideños que se vivían en Guatemala eran muy valiosos, hasta lograr que un prominente intelectual del liberalismo guatemalteco lo aceptase dentro de un libro que en muchas de sus páginas contenía críticas fuertes a la Iglesia católica y a los gobiernos conservadores en el país. No obstante en varias partes de El tiempo viejo Salazar es crítico con algunas tradiciones por su carácter ideológicamente conservador, lo que desde una perspectiva liberal se entendía como «obstáculos al progreso», en este capítulo y en uno anterior deja claro que las fiestas de fin de año tienen relevancia que él aprecia. Veamos estas otras líneas que escribe al respecto: “El mes de Diciembre[1] es de los más agradables y alegres en Guatemala”. Salazar no tiene ningún reparo en aceptarlo y en decirlo de manera afirmativa, e incluye no solamente lo navideño sino también las celebraciones de la Virgen de Concepción y de la Virgen de Guadalupe, a las cuales en un capítulo previo les otorga un alto valor y las describe con relevancia, haciendo alusión a las alegrías decembrinas como lo hace en sus memorias de la Nochebuena: “Siempre ha sido el mes de Diciembre[2] el tiempo más alegre en Guatemala. ¿Quién que fue o es estudiante, no distingue ese airecillo perfumado, frío, reconfortante, llamado por antonomasia entre los del gremio ‘aire de vacaciones’, el cual comienza a soplar desde Noviembre[3], y llega como présago de dichas inefables, pues anuncia la vuelta al hogar paterno, los dulces besos de la madre y el descanso en el seno de la familia? Por una grata ilusión siempre me pareció en mi juventud, que el cielo en aquel mes era más azul, y el ambiente más puro; e inflado el pecho de goce, las gentes todas nos dábamos a divertirnos con las fiestas innumerables de aquellos días privilegiados. Teníamos los rezados de Concepción y de Guadalupe, con sus respectivas octavas, el de las Espinozas[4], el de la »O»[5]; las fiestas de Nochebuena, la de San Silvestre; loas al aire libre, entremeses en las casas, arcos y alfombras de flores, famosas sobre toda comparación las del Santuario; dramas de capa y espada en el teatro (…) Pero había más; en los buenos tiempos salían por ese mes, por las calles, cabalgatas

de moros y cristianos del tiempo de las Cruzadas y de Saladino el Magnífico (…) Durante el presente siglo ha habido cuatro grandes festivales en Guatemala, de esos que no se olvidan, y cuyo recuerdo se trasmite de generación en generación. Uno de ellos fue la ‘jura’ de Fernando VII en 1808; el segundo la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, que se celebró aquí el año de 1855; el tercero, la inauguración de nuestra primera vía férrea, que llegó a Guatemala en 1884, y el último, las fiestas del Centenario del descubrimiento de América por Colón, en 1892 (…) El 8 de diciembre era día clásico en Guatemala en otro tiempo. Los jóvenes de la actual generación no podrían formarse juicio de él, por las fiestas que aún se celebran y que no son sino triste y pálido recuerdo de las de antaño. El gran acontecimiento del día era la procesión triunfal de la imagen de la Virgen por las calles principales de la ciudad. Comenzaba la apoteosis a las cuatro de la tarde en las puertas del grandioso templo de franciscanos; pasaba la imagen rodeada de inmenso concurso, bajo el azul del cielo, entre cánticos de alegría y sobre alfombras de flores por la Calle Real y de allí se dirigía al templo de Santa Teresa.” (Salazar, 1896:52-56, Cap. X). Y en el Capítulo XVI, el cual abordamos al principio de este breve artículo, retoma esta importancia de las fiestas de diciembre y el sentido que tienen para la memoria o los recuerdos: “El mes de Diciembre[1] es de los más agradables y alegres en Guatemala. Con sus noches transparentes en que se siente un frío confortante, con la luna más bella que luce en nuestro cielo, y las canciones de Concepción y las luces de los rezados, y el olor de las flores y de las frutas propias de la estación, y los repiques y los pitos, y tambores que anuncian las fiestas paganas en que se rinde culto a la belleza no de la Madona, sino de la Virgen, el alma está predispuesta para la alegría y la felicidad. De seguro que el extranjero no la siente, porque ¡ay! que es muy triste recordar el hogar y la familia ausente, y sentir fríos el alma y el cuerpo, cuando todos ríen y cantan. En días como este, yo también me acuerdo de mis nostalgias y es cuando con más cariño saludo a mis amigos extranjeros”.

En las letras de un destacado intelectual de los gobiernos liberales de finales del siglo XIX en Guatemala encontramos las profundas significaciones que el mes de diciembre tiene en la memoria colectiva, en los imaginarios y en las subjetividades, siendo uno de los tiempos en que los recuerdos se mueven entre la nostalgia, la alegría y la esperanza. Así, esta época de festividades diversas define mucho de la cultura de las tradiciones en Guatemala. En próximas entregas analizaré cómo Ramón A. Salazar aborda los Nacimientos y los villancicos navideños, como parte de este tejido amplio e importante de las fiestas de fin de año guatemaltecas.

 

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