Ayer se supo de los malos manejos realizados en el Colegio de Ingenieros Agrónomos que afectarán seriamente el fondo para prestaciones y retiro de los profesionales que a lo largo de su vida contribuyeron para mantenerlo y ahora dejarán de recibir la cantidad estimada, en lo que es una de las más claras muestras de cómo la corrupción que se extiende por todos los ámbitos de la vida termina pasando factura.
Cuando vemos que en alguna oficina pública se comete un acto de corrupción no percibimos cómo eso nos pueda afectar de manera directa, pero en la medida en que se generaliza la corrupción y abarca a tantos estratos de la vida, todos sufrimos las consecuencias.
En este caso son las decisiones sobre dónde colocar en el sistema bancario los fondos que suman millones. Y no sólo se da el caso de la pérdida de los 16 millones que habían sido depositados en la Financiera de Occidente, que se declaró en quiebra dejando en el aire a muchísimos inversores, sino también de otros fondos en los que los intereses supuestamente pactados no se cumplen y eso merma los recursos asignados a la prestación de los profesionales.
Aquí hay varios detalles que analizar, puesto que por un lado se trabajó con una entidad que ya reportaba serios problemas y cuya quiebra no sorprendió a nadie por la forma en que se venía manejando, lo que obliga a pensar que no fue transparente la operación porque llama la atención que se usara para depositar el dinero a una entidad que la misma Superintendencia de Bancos ya tenía en la mira. Ojalá quien tomó esa decisión rinda cuentas por sus actos.
Pero también hay otros depósitos en los que se baja la tasa de interés pactada y las autoridades del colegio no dicen nada, como si no lo hubieran notado. Eso lleva a pensar en los entramados politiqueros que para mantener el control de la Universidad de San Carlos se hacen con los distintos gremios profesionales que se encargan de movilizar votantes para garantizar la elección de la gente que ha pactado con los que controlan a la Usac. Es una modalidad distinta pero con los mismos fines y formas de cualquier pacto entre corruptos y las consecuencias son funestas.
La corrupción no está sólo en los ministerios, en el Congreso o en las Cortes. Se ha extendido por todo el entramado social y alcanza a los colegios profesionales, controlados algunos por grupos interesados en su influencia en la Universidad de San Carlos, esa que tiene tanto poder en las comisiones de postulación y otras áreas de la vida nacional.
La moraleja es que en un país corrupto el ciudadano, tarde o temprano, se convierte en víctima directa de la corrupción y algo pierde entre lo que otros se roban.