Alfonso Mata
Somos un país en que ante cualquier evento natural o social, para poder resolver desatamos violencia y transgresión física y mental contra los otros, ya sea individuos, grupos o ambiente. Las clases dirigentes, echan a oxigenar cerebro, pero no para resolver, para aprovechar en beneficio personal la situación, ante la mirada pasiva y la quietud de los cuadros medios públicos y privados y la ignorancia y silencio de la pobrería urbana y rural. Y aquel que ha osado levantar bandera o voz protestando, ha sido motivo de castigo injusto o ha pasado a mejor vida o al silencioso retiro de la migración aún entre los suyos.
Bajo tal escenario de zozobra política y social, ha caído el covid-19 favoreciendo las maniobras de políticos, dueños y hacendados del poder, que no sueñan con alcanzar el control de la pandemia, sino más bien en extraer poder y monedas de cada virus.
Apenas iniciada la pandemia, la silla presidencial fue ocupada por alguien que al igual que los que la calentaron antes ya traía programa bajo el brazo, que con el poder absoluto que se le confería, tenía que echar a rodar, y que no era precisamente para fertilizar la democracia o desvelarse en pos de ello, pues y seamos claros, la legitimidad de todos nuestros gobiernos llamados democráticos y el actual, no proviene de urnas que se llenan de un sufragio democrático, sino de las bolsas e intereses de los que financian campañas y políticos, que solo piensan en escamotear soberanía y bienestar general.
La tal política de Reconciliación y todas sus firmas, no han sido más que un engaño impreso en papel, pues ni la sociedad ni la economía fueron reaglutinadas en y bajo una auténtica lucha por lograr igualdad y equidad a través de justas acciones; ni siquiera se dio algo de esto en el ámbito cultural. No hubo recobro alguno de soberanía y si bien hubo cambio de discurso por más orden, más justicia y más prosperidad, eso jamás paso del decir y no fue traducido en mejorar trabajo, educación, salud, productividad más que de algunos. De lo único que se han preocupado a cabalidad las llamadas élites, es de adquirir mayor poder y acaparar sea de lo propio o de lo ajeno y procurarse un aislamiento tanto material como espiritual cada vez más destructivo, dejando tirada la formación y consolidación de un nuevo orden nacional. Tampoco ha existido ni interés, ni recursos asignados a la construcción de simientes de una cultura nacional y un medio ambiental más amigable.
Como resultado de todo eso, se da una inmensa movilización de hombres y mujeres, tanto dentro del territorio nacional como para afuera, en búsqueda de dónde vivir y progresar, donde trabajar y huir de la pobreza y la miseria. Así a diario, miles abandonan contra su voluntad terruño, patria chica, cultura y tradición, se lanzan en los brazos de un destino que da esperanza, pero no necesariamente promete ser mejor.
De tal manera que en tanto en cosa pública como en privada, vivimos permanente agonía y solo el trago y el jolgorio es capaz de entusiasmarnos.