Víctor Ferrigno F.
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Los países insulares y los más pobres recordarán a la Vigésimo Sexta Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima (COP-26), finalizada el pasado 13 de noviembre, como otra oportunidad perdida para enfrentar el Cambio Climático. Sumidos en los impactos de la emergencia climática y relegados por los países industrializados, las naciones menos desarrolladas no lograron obtener un plan concreto y un fondo económico para sufragar pérdidas y daños, un tema que quedó diferido para la COP-27 de Egipto.
La Cumbre se centró en la regulación de los mercados de carbono, el financiamiento climático por al menos 100 mil millones de dólares anuales, las brechas entre las metas de reducción de emisiones y las disminuciones anuales necesarias, las estrategias para la neutralidad del carbono en 2050, planes de adaptación y el programa de trabajo sobre comunidades locales y Pueblos originarios.
Sin embargo, concretar la oferta de los miles de millones de dólares anuales ha sido diferida para la próxima Cumbre, evidencia de que el financiamiento para mitigación y adaptación al fenómeno climático es un asunto irritante para los países industrializados, aunque se comprometieron a duplicar, para 2025, el financiamiento para adaptación climática con base en los montos de 2019.
El principal negociador de Bolivia, Diego Pacheco, cuestionó esta actitud: “No es justo que le pasen la responsabilidad a los países en desarrollo. Los países desarrollados no quieren reconocer su responsabilidad en la crisis. Sistemáticamente, han roto sus promesas de financiamiento y sus compromisos de reducción de emisiones”, señaló a la agencia IPS minutos después de la clausura de la COP-26.
Además del tema financiero, el uso del carbón como energético fue otro de los principales escollos. La Cumbre se alargó un día más, pues las negociaciones fueron dilatadas y escabrosas. Cuando ya casi estaba listo el borrador del ahora denominado “Pacto del Clima de Glasgow”, que necesariamente tenía que ser aprobado por consenso, países como India, China, Australia, Rusia y Arabia Saudita solicitaron cambiar la frase “abandono progresivo” del carbón por su “salida gradual”, reforma cuestionado por Estados como México, Liechtenstein y Suiza.
No todo estuvo perdido, pero los logros concretos se centraron en el ofrecimiento de un fondo multimillonario para la reforestación, y en cuestiones normativas, como la aprobación del reglamento del Acuerdo de París, el cual establece que para 2024 todos los países tendrán que reportar datos detallados sobre emisiones, que serán el fundamento de la línea base sobre la cual se asentará la evaluación de futuras disminuciones de gases efecto invernadero.
Los analistas más críticos sostienen que la negativa de los países contaminadores a financiar la reparación del daño y la adaptación climática, es porque pretenden que las medidas aprobadas por las Cumbres sean financiadas con préstamos de la banca privada internacional, para mantener bajo control a los países en desarrollo.
Según Thierry Meyssan, de la Red Voltaire, la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático viene siempre acompañada de discursos apocalípticos pero nunca arroja compromisos cuantificables ni verificables. Sólo da lugar a promesas, que siempre se firman en medios de grandes despliegues mediáticos, pero también siempre redactadas en condicional”.
En opinión de Manlio Dinucci, de Il Manifesto, “Con la COP-26, los banqueros podrán prestar dinero para “salvar el planeta” y convertirse de paso en dueños de los países cuyos dirigentes hayan confiado en ellos”. O sea que siempre nos llueve sobre mojado.
17 de noviembre de 2021.