Alfonso Mata

En Europa, la quinta ola se anuncia como regalo de fin de año. Muchos políticos y líderes de todo tipo, solicitan a los millones de no vacunados que con sentido de solidaridad lo hagan y piensan en una tercera dosis para los ya vacunados.

Bien eso es en Europa, nosotros también hemos vivido en estos casi dos años tres olas y primero que nada, esas olas nunca han tenido el mismo aspecto. La primera nos vino de lejos y cayó lentamente sobre el territorio afectando a muchos de la tercera edad; la segunda con mucha presencia en las urbes, atacó a los rebeldes al distanciamiento, que contaminaron a ancianos. La tercera muy generalizada y producto de irresponsabilidad social total y avaricia, acompañada de falta de solidaridad política y social y qué decir de los migrantes repatriados??? Y del manoseo en la adquisición y colocación de vacunas???; la OLA debido a total relajamiento, incorporó de lleno ya a las áreas rurales lejanas, más las contaminaciones hospitalarias y por supuesto, la falta de una política de vacunación planificada y bien organizada, permitió rebasar aún más los controles y sigue pesando el papel de incremento de repatriados, y por supuesto en la última ola, colaboró de manera importante la nueva cepa llamada delta. Olas que han  llevado a altas crisis y colapsos al sistema nacional de salud y los hospitales.

Pero algo también ha cambiado en las olas; en la primeras, los con más de 65 años de edad fueron la carne de cañón. En la última, el virus arropado como delta, mostró ser voraz también con los entre 40 a 50 años y respuesta diferente en cuanto a complicaciones y mortalidad. De igual manera, solo que en todas ellas aunado a lo demográfico, persisten disparidades raciales, étnicas, económicas y geográficas, que se manifiestan en las tasas de morbilidad y mortalidad y que en estos momentos cuesta ver, pero que sin duda veremos y sabremos más sobre ello en los próximos años, cuando se haga el recuento real. Mientras tanto, seguiremos viviendo en medio de un aumento en inequidades en el acceso a servicios de salud y vacunación y no solo seguirá dañando el virus del COVID-19 sino a su lado y sombra, crecerán otras morbimortalidades descuidadas y los epidemiólogos no creen que esas dos tendencias no estén relacionadas con mayor morbimortalidad actual y futura, sobretodo en grupos marginados.

El otro elemento fundamental causal en la última ola y en las nuevas que se presenten, tiene que ver con estar vacunado. En todo el mundo, en las olas llamadas delta (3ª y 4ª) alrededor del 70-90% de los pacientes de Covid hospitalizados y muertos, han sido los no vacunados. Esa brecha es tan obvia, que los adultos no vacunados hospitalizados por Covid, lo son a una tasa por encima de diez veces más que los que estaban completamente vacunados.

Pero también influye la forma en que se organizó la vacunación. Si sumamos que no lo fue a la velocidad ni magnitud esperada en todos los grupos de edad y a eso sumamos la mayor trasmisibilidad y patogenicidad de la cepa Delta; esto permite pesar en ello como razón de la diferencia de edad que acarrearon las olas: la menor cobertura de vacunas en los grupos de edad más jóvenes, probablemente redujo la edad promedio de los pacientes más enfermos de Covid, al igual que aumentó la proporción de pacientes hospitalizados de entre 18 y 49 años. La vacunación también sigue afectando el número de infecciones de manera más general. Si bien los casos graves son poco comunes en los niños, el hecho de que se postergue su vacunación significó y va a significar que comiencen a representar una porción mayor de nuevas infecciones en ellos que en las primeras olas. Por supuesto que a eso hay que sumar los cambios de comportamiento en medidas sanitarias.  La vacilación frente a las vacunas, es un fenómeno social, que acaba creando focos de riesgo elevado que son y serán el centro de la quinta ola. Y como señaló el epidemiólogo norteamericano Bill Hanage «estamos viendo y posiblemente veremos un tipo de filtración del virus, que se propaga en redes no vacunadas y luego se filtra a través de las vacunadas». Eso resulta válido, porque es muy probable que las personas que no están vacunadas tiendan a estar juntas y eso cree él. «significa la producción de una especie de cadenas de transmisión que tartamudea y que ocasionalmente explota». Esperamos que eso no permita una mutación peligrosa del virus.

A lo largo de la pandemia, el otro mensaje aparte de los económicos y laborales que ha dejado su desarrollo y evolución y las estadísticas de muerte y daño corporal, fue el de, una vez más, una profunda desigualdad a la salud que se da dentro de la población, producto de una política y conducción injusta e inequitativa del sistema de salud que  propicia riesgos de exposición y comorbilidades en aquellos menos capacitados para afrontarlos. Llegará el momento, en un cercano futuro, en que el ajuste de las estadísticas será capaz de mostrarnos una vez más y añadir a las hojas de nuestra historia, quien fue la víctima en diferentes grupos étnicos y raciales, y evidenciar que tenían más  probabilidades de morir de Covid desde el principio y cómo las brechas de acceso a la salud crecieron durante la pandemia. Es indudable que las disparidades en otros problemas de salud, tendieron a aumentar a medida que aumentaban las tasas generales de muertes y casos de COVID; otro testimonio de un largo legado de desigualdad. Es probable que con la vacunación en los próximos meses, haya una reducción de las disparidades en esta enfermedad, pero en las demás sucederá lo contrario. La geografía también puede ser otro factor; de hecho, probablemente los datos finales al finalizar la pandemia, nos mostraran una tasa de mortalidad más alta en las zonas rurales del país.

Qué es lo que está sosteniendo que no tengamos una situación más severa: el desembolso privado en salud, financiado en buena parte por las remeses, que indudablemente ha sostenido la peña al acceso a servicios de los más necesitados, lo cual no neutraliza el problema pero lo mengua. Cada oleada viene con desafíos propios y a menudo, los servicios locales pequeños, no tienen el equipo, el personal o la experiencia para atender a personas tan enfermas que entonces incurren en grandes gastos sin que ello asegure un buen resultado.

Es muy posible que a estas alturas, gran parte de la población no vacunada contrajo Covid y tiene alguna inmunidad natural, o desafortunadamente le devoró el Covid. Pero finalmente la gran pregunta aún no tiene respuesta ¿qué tan bien se mantendrán los diferentes tipos de inmunidad con el tiempo? Lo que el mundo del modelaje y vacunación y otros estudios sugieren, es que vamos tras un buen nivel de inmunidad en la población, y eso es realmente lo que hizo que la ola Delta descendiera finalmente. Esa inmunidad se ha moldeado principalmente a través de la vacunación, pero también a través de infecciones naturales. Ese optimismo sobre los próximos meses y años es válido, siempre que no se le interponga la aparición de otra variante menos controlable.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
Artículo anteriorAlemania suma 52,826 casos de COVID-19, impulsa tercera dosis
Artículo siguienteEl verdadero liderazgo