Carlos Rolando Yax Medrano

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Carlos Rolando Yax Medrano

Cada vez, con más frecuencia, al resto de países centroamericanos se les van los ojos al voltear a ver a El Salvador. El problema no es que algunos políticos pretendan imitarlo, el problema es que los ciudadanos empiecen a quererlo. A octubre de 2021, Nayib Bukele no solo es el Presidente con la mejor aprobación ciudadana en América Latina, sino en el mundo. Así deja de ser un fenómeno nacional y se convierte en una amenaza regional.

En Guatemala, el 37% de las personas cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Sin embargo, al 31% de las personas le da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático. La indiferencia al tipo de régimen muestra que los ciudadanos se han alejado de la política; esa indiferencia y ese alejamiento de la política aumentan a medida que la edad disminuye. En otras palabras, los jóvenes están cada vez menos involucrados y les importa menos lo que sucede en la política y con el gobierno. El problema es que pronto los jóvenes pasarán a ser la mayoría de las personas en edad de votar. Esa situación mantiene al país en manos de quienes siempre han votado y deja poco espacio para un cambio.

En Guatemala el 45% de las personas no apoyaría bajo ninguna circunstancia un gobierno militar. El dato, por sí mismo, es preocupante, porque menos de la mitad de las personas rechaza los gobiernos militares. Por el otro lado, otro 45% de las personas apoyaría un gobierno militar en reemplazo del gobierno democrático si las cosas se ponen muy difíciles. Las cosas ya están muy díficiles y por eso el segundo dato es aún más perturbador, pues casi la mitad de las personas aprobaría un gobierno militar para resolverlas. Aunque hubo dictaduras militares durante el siglo XX, el ejército mantiene la aprobación popular.

A pesar de la frágil situación de la democracia, todos los países de la región quieren ser reconocidos como democracias, incluso los países que no lo son. Daniel Ortega y sus elecciones de mentira en Nicaragua son la clara muestra de ello. Los costos de una dictadura militar en el siglo XXI ante la comunidad internacional son demasiado altos. ¿Pero para qué tener gobiernos militares cuando se puede ser dictador sin usarlos? Ahí es, precisamente, donde Nayib Bukele se convierte en una amenaza. En Guatemala, al 57% de las personas no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas. No es descabellado pensar que pronto se elija a un Bukele como Presidente de nuestro país.

Lo peor de todo es que Nayib Bukele no controla solo el Poder Ejecutivo en El Salvador, también controla el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Aunque hay algunas diferencias entre El Salvador y Guatemala, aunque los votos en Guatemala se suelan dividir entre los muchísimos partidos políticos que existen, la vulnerabilidad es alta ante una candidatura presidencial antisistema y el efecto de arrastre que tendría en el Congreso.

Aún con la cooptación de los tres poderes del Estado, el año pasado en Guatemala se detuvo la aprobación de un presupuesto criminal. Con Bukele, en El Salvador no hay posibilidades de que eso ocurra. Las leyes son presentadas, conocidas y aprobadas durante el mismo día. No hay oposición parlamentaria ni ciudadana. Hay que hacer a un lado los deseos de elegir a un emperador propio. Siempre se puede estar peor, aunque no lo parezca.

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