Raul Molina Mejia
Se lee en Internet: “El apartheid fue el sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia? en vigor hasta 1992”. Si bien en Guatemala el racismo se aplica de manera distinta, la mejor figura para describirlo es que existe una “especie de apartheid” de una minoría oligarca contra las grandes mayorías de pueblos indígenas y ladinos pobres. No se establece por ley –la Constitución dice que todas las personas somos iguales- ni la frontera entre dominadores y dominados es tan clara como fue la separación blanco-negro de Sudáfrica. Los orígenes del Estado Criollo, que mantiene la segregación, están en la pirámide truncada de dominación que dejó la independencia, cuando solamente la cúpula peninsular fue cortada, dejando en vigor los estratos coloniales. Los Criollos ya se habían aprovechado de los estratos de abajo en la pirámide, particularmente de los indígenas, para acumular su riqueza, apropiándose primero de sus tierras y luego de su trabajo; por ello no los exterminaron, prefirieron explotarlos. La segregación en Sudáfrica fue más evidente: por más que un negro se pintara de blanco no sería admitido en la clase dominante. En Guatemala, cualquier narco afortunado –vivo, en libertad y adinerado- por muy ladino que sea, es admitido en los círculos altos, en cámaras empresariales y en la “buena sociedad”; la segregación se permeabiliza con dólares. Curiosamente, en Sudáfrica la población blanca llegaba al veinte por ciento, mientras que la gente de la clase dominante guatemalteca, la que goza de todos los privilegios, no llega a la mitad de ese porcentaje, sin por ello dejar de ejercer total dominación.
Para que la segregación permita a unos pocos gozar de todos los privilegios y a las grandes mayorías dejarles el mínimo para sobrevivir, los poderosos requieren aplicar represión. Puede ejercerse mediante la violencia jurídica, con leyes hechas a su medida y el control de jueces mediante su selección y pagos, como se ve ahora, bajo el manto de estado de sitio y zona militarizada en El Estor y San Luis Petén. El sistema judicial resuelve a favor de los poderosos, y policías y militares ejecutan las órdenes de desalojo violento, con especial saña. En Sudáfrica, la tropa que atacaba a los negros estaba compuesta de negros, al igual que las tropas guatemaltecas las forman indígenas y ladinos pobres. Es consecuencia del racismo; para generar la ilusión de que hay escape de la discriminación mediante la obediencia ciega, una vez puesto el uniforme se hace a soldados y policías traicionar su origen social. Contribuyen estos así a que existan dos Guatemala, que cualquier visitante al país identifica de inmediato: la de quienes poseen los recursos del país y viven como sátrapas y la de quienes se esfuerzan por sobrevivir, generando con su trabajo la enorme riqueza de los primeros. Por ello, la imagen que se traslada con el término apartheid es de una minoría dominante, mayoritariamente blanca, que concentra poder y riqueza, aunque existan diferencias en el caso guatemalteco. La similitud principal, sin embargo, es que se trata de un sistema obsoleto y perverso, que se derrumbará en tanto la resistencia continúe y se intensifique.