Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

«La justicia está muerta. La ley escarnecida. La conciencia jadeante, muda, entenebrecida. Las costumbres impuras y la patria sin vida. Las almas sin virtudes y las bocas sin pan». Esto escribía mi bisabuelo Gavidia a finales del siglo XIX o principios del XX y añadía: «el tirano está puesto, semejante a una araña. En el centro domina, traiciona, roba, engaña. Su red sólida, firme tiene una urdimbre extraña, en que las almas se enredan y él apaña».

En estos días, existe una gran resistencia, pero más que ello indignación del pueblo [sostengo que se podría argumentar una resistencia emocional, no racional] que vocifera contra lo que sucede y la toma de decisiones políticas y sociales, y de igual manera ve su futuro con desconsuelo cayendo en apatía. Es frustrante ver a los profesionales, a los jóvenes en formación, comportarse de manera indiferente y frívola ante ello: apoltronarse en el sillón de sus pasiones y emociones del momento, semi-ignorantes de lo que sucede a su alrededor, sedados a todo análisis y propuestas de soluciones y compromisos y voluntad en pos de ello.

La mejor explicación que encuentro a esos comportamientos y a cómo se está haciendo y dejando hacer las cosas [y, francamente, desmoralizante] es que la ciudadanía al igual que los políticos y narcotraficantes y el mundo de las finanzas, termina por aceptar suficientemente bien lo que sucede, permitiéndose no abordarlo con decisión, justicia y científicamente un cambio ¿Por qué? La respuesta a esos comportamientos de opresores y oprimidos, está en que hemos evolucionado los unos y los otros, fundamentando nuestras decisiones más en emociones que en razones. E incluso los más racionales, impulsados por la evidencia de lo que somos, debemos asumir que tenemos una toma de decisiones también emocional. Y todos en pos de negar una realidad que nos aplasta. Un actuar ciudadano contra ello, nos llevaría más a un emocionar de desplacer que de placer, poniendo en riesgo nuestra sobrevivencia y ese costo, no estamos dispuestos a asumirlo ni individual ni colectivamente.

Entonces es evidente que nos hemos convertido en tomadores de decisiones emocionales inconscientes importantes. Nos han enclaustrado dentro de una sociedad en que la inmensa mayoría de los mensajes que nos llegan y usamos son persuasivos en lugar de informativos y, según lo que se cuente y donde se esté, el guatemalteco promedio «procesa» varios miles de anuncios al día (los anuncios son mensajes de persuasión producidos profesionalmente), con una orientación a una cosa: consumo y la «industria de la persuasión» lo aplica cada vez más con mayor éxito y comprensión. El resultado es que, por necesidad (algo hay que tener), los persuasores entran en la mente de las personas de manera inconsciente de formas muy sofisticadas. Y eso está diseñado para eludir al guardián consciente. En otras palabras, las personas no tienen la opción de aceptar o rechazar mensajes, porque no tienen forma de saber que están siendo influenciadas sutilmente. Todo es ciencia. Y funciona incluso cuando la gente «lo desconecta». Creo que en parte, esto es respuesta a lo que denunció mi bisabuelo.

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