Ayer, racionalmente cuestionado por las decisiones políticas que ha tomado el Ministerio de Cultura respecto al envío al extranjero de valiosas piezas mayas al extranjero, el titular de la cartera se levantó molesto y ofendido porque, según él, le habían faltado el respeto a su querido jefe simplemente por decir que Giammattei “qué puede saber de las estelas mayas” sobre las que disponen como si fueran parte de su finca. El planteamiento de la diputada Petrona Mejía Chutá, presidenta de la Comisión de Pueblos Indígenas del Congreso, fue formulado con lógica y educación, pidiendo respuestas a las preguntas que muchos guatemaltecos nos hacemos sobre qué garantías existen de que las piezas serán devueltas algún día.
Dada la situación del país en términos de arbitrariedad, corrupción e impunidad, es totalmente lógico preguntarse que hay detrás de ese envío de piezas históricas mayas al extranjero y lo correcto sería que el Ministerio de Cultura diera respuestas también lógicas y que con documentos pueda demostrar las garantías existentes para el país, además de explicar con detenimiento las razones por las que no se recurrió a la restauración realizada aquí mismo, aún contratando a expertos que pudieran hacer el trabajo.
La privatización de los museos es algo que está en marcha y que, con justa razón, preocupa a los pueblos indígenas que valoran esas piezas que son símbolo de su enorme y admirable ancestro. Como dijo la diputada Mejía, están hablando de lugares sagrados que han sido sistemáticamente saqueados y en muchos lugares del mundo se exhiben, como si fueran propias, piezas que fueron simple y sencillamente robadas de nuestro territorio. Cierto es que eso permite que mucha gente en el mundo pueda apreciar el significado de nuestra historia, pero eso no excusa el hecho de que ha habido un terrible saqueo que de alguna manera tiene que ser contenido y no expandido.
La reacción del ministro deja mucho que desear, sobre todo viniendo de alguien que forma parte de un gobierno en el que el desprecio a los indígenas ha sido más que manifiesto. Giammattei ha faltado el respeto a la población indígena una y otra y otra vez, demostrando su exacta formación y ahora el ministro Aguilar, con su desplante a la presidenta de la Comisión de los Pueblos Indígenas del Congreso no hace sino ratificar lo que, evidentemente, es una postura oficial de menosprecio.
Cuántas veces no hemos visto a diputados hablar verdaderas tonterías y decir groserías a algunos funcionarios sin que éstos tengan ese arranque lambiscón de retirarse ofendidos porque “se le faltó el respeto al Presidente de la República” quien, repito, no ha mostrado el menor asomo de respeto hacia los indígenas a los que ni siquiera deja hablar e interrumpe abusivamente cuando con tono educado le están señalando la situación del país.
Por supuesto que tenemos que respetarnos unos a otros y eso es fundamental para superar esta absurda polarización que nos está haciendo tanto daño. Pero como decían las viejitas antaño, respeto quiere respeto y no se puede pretender que una parte sea siempre respetuosa o, sobre todo, permanentemente sumisa, mientras la otra se da el lujo de actuar con prepotencia y abuso, sobre todo contra indígenas y más si son mujeres.