Es indiscutible que el país requiere de cambios importantes, por no decir profundos, para superar el modelo de corrupción e impunidad creciente que estamos viviendo. Hemos sido testigos de que cada gobierno es peor que el anterior porque todos se preocupan por ir asfaltando la autopista de la corrupción facilitando la forma de hacer negocios y, lo más importante, eliminando cualquier vestigio de aplicación de la ley para sancionar a los corruptos. Por eso cada nuevo Presidente encuentra mayores facilidades para robar y no sólo las aprovecha sino que además las mejora para embolsarse más dinero y de esa cuenta es que el país se sigue hundiendo sin que se vea que estemos siquiera cerca de tocar fondo.
Es cierto que en general la población como que se acomodó a vivir así y se entiende que para muchos sea más fácil apechugar aún sabiendo el enorme costo que para el país y su futuro tiene ese desmedido saqueo que se hace de los recursos públicos en detrimento del bien común. Pero cada vez es más obvio el descalabro y lo que pudimos presenciar esta semana, gracias al diputado Dávila a quien ahora pretenden callar limitando su derecho a la libre expresión, demuestra que el gran valladar para cualquier cambio está en el Congreso de la República que se compone de diputados que no son representantes del pueblo sino que se cuelan en listados de los partidos políticos para ir a hacer dinero, única y exclusivamente, vendiendo votos al mejor postor y aplastando a la minoría que trata de hacer las cosas mejor.
Hemos vivido muchas dictaduras a lo largo de nuestra triste historia pero me atrevo a decir que ninguna ha sido tan nefasta como la que tenemos ahora, que no es unipersonal ni se encarna en la figura tenebrosa de un tirano, sino que es resultado del enorme acuerdo que hicieron políticos, funcionarios y particulares para convertir al país en su viña y para eliminar cualquier vestigio de oposición. Las dictaduras tienen siempre el control de los tres poderes del Estado para que no se les mueva una hoja del árbol y eso justamente es lo que ahora tenemos en Guatemala. Giammattei puede irse, pero la estructura del poder corrupto le va a sobrevivir porque es un acuerdo de amplio espectro que involucra a los más encopetados políticos, a los más rancios funcionarios, a los más destacados traficantes de influencias para ampliar sus privilegios y, por supuesto, a los más poderosos traficantes de drogas que, al final, serán los beneficiarios de toda la podredumbre creada por los otros.
Cambiar la forma de elegir diputados es clave, porque los diputados nombran magistrados y hacen alianzas corruptas con los presidentes, pero de ellos depende cualquier modificación al sistema, cualquier cambio en la legislación, entre ellos la manera en que el pueblo selecciona a sus diputados. Si es por listados donde cada quien compra su posición, es natural que luego vayan al congreso no sólo a reponer la inversión sino a llenarse de pisto y por eso la elección nominal y no por listados urge.
Pero con los diputados de hoy eso es imposible, lo que evidencia el callejón sin salida en el que nos encontramos.