Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Entre concesiones y arriendos o alquileres los rusos tendrán que bailar La Chechotka con Giammattei el vendible, con el Gobierno –enteramente putrefacto- la veleidosa Empornac y el alquilable Congreso.

La cosa cobró negro aspecto. Parece ser que solo la Administración (el Ejecutivo) ¡y no la Empornac, directamente!, puede concesionar los apetecibles terrenos de Santo Tomás a las compañías rusas -o al ruso que los pretende- para atracar allí sus barquitos y sacar en ellos toda clase de minerales sin que nadie se dé mayor cuenta.

Así que el asunto no es tan sencillo como: me das en alquiler la pieza o el cuarto y ahí voy con todos mis bártulos y cachivaches hasta donde quepan o se pueda.

La semántica es apasionante (y la Ley tiene que sujetarse a la del Diccionario) apasionante toda vez que una palabra tenga muchos significados, que son las llamadas palabras polisémicas y que abundan en el Diccionario de la Lengua Española, un poco al revés de la sinonimia que viene siendo lo contrario: que dos o más palabras diferentes tengan el mismo significado. Este tema fue el quebradero de cabeza de Wittgenstein que pretendía un lenguaje ideal: sólo un significado para cada palabra: que no hubiera palabras polisémicas como “concesión”.

Pasar de arrendar -en la Portuaria Santo Tomás un trozo de sus terrenos- tiene mucha diferencia que intentar la concesión -de lo mismo- que a simple vista (cuando se trata de alquilar) no nos puede parecer tan grande ni tan delicado.

El término concesión o concesionar es ricamente polisémico. Tiene alrededor de seis diferentes significados algunos de ellos entrelazados y un par de sus acepciones discutibles hasta cierto punto. El tema se trasrosca un poco puesto que ya no es sólo la Constitución y las leyes respectivas las que comandarían este caso sino -como en muchos otros- es el Diccionario de la Lengua Española (de la RAE y de la ASALE) quien va a determinar las polémicas y diatribas entre países o entre países y empresas como la del ruso.

Si la Procuraduría General de la Nación (PGN) indica que los más correcto es dar los territorios de marras en concesión y no en alquiler o arriendo ya metió a los interesados en un ovillo complicado y de complejas acepciones porque -la N° 4 de concesión- indica que “es dar negocio jurídico por el cual la Administración (con mayúscula) cede a una persona facultades de uso privativo de una pertenencia del dominio público o la gestión de un servicio público en plazo determinado bajo ciertas condiciones”.

Y ahora viene lo mejor o lo peor según la óptica de cada quien: Administración (así con mayúscula) es el conjunto de los organismos de gobierno de una nación o de una entidad política. Y administración pública es el conjunto de organismos de gobierno de una nación.

Por todo lo anterior lo que tenemos que colegir es que no es a Empornac a quien le toca dar en alquiler -o más bien concesionar- los ya discutidos terrenos de Santo Tomás, sino directamente al Ejecutivo del país, que es la Administración con mayúscula que aparece en el Diccionario.

De cualquier manera y cada quien desde su trinchera lo que debemos tratar a toda costa es no solo de defender la soberanía del país (aunque a cierto gachupín de la Guardia no le importe) sino que todas las negociaciones entre Guatemala y una potencia extranjera se realicen de la manera más ventajosa para Guatemala. Antes, por los años 60 y 70, cuando se desbordó la manada interna en la corrupción, esta suerte de intercambios se hacía para que el país extranjero se llevara la mejor tajada. Como cuando se negoció iniciáticamente todo lo de EXMIBAL. Hoy tenemos algo más de derecho al pataleo y debemos hacer valer el principio constitucional de soberanía, aunque a los chapetones de P.L. les dé risa.

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