Juan José Narciso Chúa
La disfuncionalidad de los regímenes latinoamericanos y centroamericanos en general, pero en particular la situación de nuestra gobernanza constituye una unidad de análisis permanente, lo cual no implica que el correr de las cosas ha provocado un enorme desgaste a estas alturas de la democracia en Guatemala, principalmente en el caso de los tres últimos períodos.
No cabe duda de que el hecho que Latinoamérica representa uno de los continentes con mayor desigualdad, no es casualidad. También, es necesario decirlo, que no todos los países funcionan o se gobiernan en forma equivalente, no. Definitivamente existen distintos regímenes, así como también se perciben diferentes modelos de desarrollo (los pocos que existen para ser honestos), pero que al final terminan configurando sociedades más vivibles, más inclusivas y también con avances considerables de cara al futuro.
Sin embargo, Guatemala como sujeto de estudio constituye un fenómeno complejo, aunque a estas alturas del ejercicio formal de la democracia, ya se percibe el deterioro del manejo institucional del Estado, así como también se destaca el resquebrajamiento de las alianzas interelitarias e igualmente es notable la emergencia de los pueblos indígenas como actores clave, así como la expansión de grupos de la sociedad civil aglutinados en distintos tipos de colectivos y con orientaciones y fines distintos.
Dentro de la evidencia de la fractura de los grupos de poder tradicionales, así como de la incorporación de los grupos emergentes (nuevos ricos y ex funcionarios) y del narcotráfico como actor de peso en este tinglado, ha provocado un reacomodamiento en las estrategias políticas de los últimos meses, buscando principalmente el sostener el estatus a costa de enjaular la justicia, cooptar el congreso y controlar el ejecutivo.
En este esfuerzo la conjugación de intereses ha hecho confluir, sin todo el gusto del caso de los actores involucrados, a parte de las élites y miembros prominentes del CACIF, con reconocidos corruptos del presente y el pasado (los grupos emergentes), quienes hoy juegan en el mismo tablero al lado del poder indiscutible del narcotráfico y un poco más alejados pero interesados de grupos religiosos, tanto de la iglesia católica como de diferentes denominaciones evangélicas.
Las diferentes protestas han sido un éxito, a pesar que muchos quisieran que hubieran fracasado, pero más allá de las valoraciones de las distintas movilizaciones sociales, creo que el efecto o impacto más importante ha sido el proceso de convergencia de los grupos articulados y organizados alrededor de los pueblos indígenas y otras organizaciones de base.
Este juego de poder no es bien visto por los grupos que detentan el poder y pretenden continuar en dicho papel protagónico. Por ello, más allá de las acciones negociadas para evitar problemas con la justicia (la impunidad), para mantener el control del uso ilícito de los fondos del Estado (la corrupción), se han recreado otras alternativas que constituyen auténticas cortinas de humo o bien jugadas estratégicas en el tablero de ajedrez política.
Recuperar la presencia de Sandra Torres en el campo político constituye uno de estos hechos. La candidata no es en sí misma una ganadora, contrariamente, su trabajo representa un esfuerzo que distrae y que sesga el espacio de poder en lo rural y en la capital, lo cual contribuye a que el alfil ganador que pretende este grupo del Pacto de Corruptos puede asegurar su ganancia, negociando con ella.
Por otra parte, las detenciones judiciales que se han acelerado de personas vinculadas al narcotráfico es otro elemento que únicamente apunta a quitar la presión sobre la Fiscal General ante tal demostración de trabajo, pero estas jugadas únicamente son bien vistas por el Gobierno estadounidense, pues son muestras palpables que su único aliado y la funcionaria más desprestigiada de este gobierno -si es que se puede hacer esta valoración-, se la “juega” por ellos, para beneficiarse ella misma, quitarse un poco de porquería de encima de su desprestigiada figura y favorece la interrelación del actual presidente con el referido gobierno.
Así las cosas, parece que la estrategia es conseguir mantener a flote esta nave perforada de régimen que hace agua por todos lados, hasta llegar a las elecciones para ahí asegurarse que sus alfiles en el TSE y la CGCN, busquen y rebusquen formas de evitar candidaturas que afecten el mantenimiento del actual estado de cosas. Vaya futuro el que nos espera si no hacemos algo.