Tras lo ocurrido con el negocio de la Portuaria, quedaría ver el avance en las investigaciones sobre el financiamiento ilícito de Benito a la campaña del presidente Alejandro Giammattei o el testimonio que había adelantado Gustavo Alejos sobre cómo se cerró el Pacto de Corruptos con la elección de la Directiva de un Congreso. Foto. Presidencia

Nadie puede tener duda que lo dicho por el testigo de la entrega de la alfombra con dinero en la casa de Giammattei era cierto, sobre todo cuando relata cómo “Julián le dijo a otra persona que con eso que habían entregado ya tenían puerta libre en la portuaria” ni que los rusos se fueron contentos, razón por la cual, ahora que de pronto la Portuaria y la PGN dan coordinadamente un burdo reculón, no queda otra que entender que hubo necesidad de zafar la alfombra porque ésta, y las evidencias, estaban a punto de costarle la Presidencia al receptor de la cuelga.

Obviamente hay muchos factores en juego pues, por un lado, Estados Unidos no debe haber estado muy contento de saber que los rusos se habían hecho con el control de un puerto estratégico en el Atlántico por donde pasarían su mercadería, cualquiera que ésta sea, más la de quienes desearan hacer uso de los eficientes servicios de quienes, con sus especiales artes, se habían asegurado el derecho de llave para tener un negocio por lo menos igual al de la Terminal de Contenedores Quetzal. Pero también hay ver que con todo y lo que pueden significar las investigaciones sobre el financiamiento ilícito de Benito a la campaña de Giammattei, producto de las famosas maletas, o el testimonio que había adelantado Gustavo Alejos sobre cómo se cerró el Pacto de Corruptos con la elección de la Directiva de un Congreso que iba a elegir a las Cortes amañadas, el tema del regalo entregado por los rusos se convirtió en el lastre más pesado de la Presidencia y por ello era urgente, nunca antes mejor dicho, zafar la alfombra.

Luego de que los personeros de la Portuaria Santo Tomás de Castilla se tuvieron que dar color en el Congreso para cumplirle sus deseos a Giammattei y que el mismo Procurador General de la Nación se hizo el papo cuando le plantearon el tema de que tenía que ser una concesión, de pronto, casi como por arte de magia, resulta que a la misma hora los directivos de la Portuaria y el PGN emiten sendos comunicados en los que hacen ver que el negocio termina. Que los rusos no pueden ya ni soñar con el arreglo que habían asegurado con la alfombra.

Por supuesto que todos sabemos que con esas mafias no se juega y que no basta con zafar sino habrá que devolver la alfombra, pero lo importante por hoy es que el desaguisado que iban a hacer en el Puerto se acabó.

Redacción La Hora

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