Raul Molina Mejía
El 14 de julio de 1980 recibí el cargo de Rector de la USAC, luego de que saliera al exilio Saúl Osorio, tras varios intentos de asesinarlo. Desde 1978 la universidad venía sufriendo constantes asesinatos y desapariciones forzadas, lo que hizo dudar a miembros del CSU si se debía bajar el perfil de crítica y denuncia, para evitar más atentados. La mayoría se opuso, para no callar la voz de los sin voz. Ese era el entorno de mi toma de posesión y ese día debí enfrentar el peor ataque hasta entonces, con el ametrallamiento y muerte de ocho estudiantes de Ingeniería y varios heridos más, al ingresar temprano a sus actividades académicas en la ciudad universitaria. Se sucedieron los diecisiete días más intensos de mi vida, si bien estuve también en otras ocasiones en peligro de muerte. Recojo algunas memorias: como Rector y con el apoyo del CSU protestamos ante el gobierno por la masacre perpetrada por las fuerzas de seguridad y cerramos la universidad tres días con las banderas a media asta. Pedimos solidaridad de otras entidades de la sociedad y desarrollamos diálogos con autoridades de universidades privadas, que nos respaldaron, y la Iglesia Católica, que nos ofreció su apoyo moral. Abordamos al Congreso y al gobierno de Lucas y, gracias a las gestiones de un profesor de la Facultad de Ingeniería, se logró una entrevista con el Ministro de la Defensa, Guevara, quien después fuera candidato a la presidencia. Esta entrevista mostró los entretelones de la represión del ejército. No aceptó ser responsable del ataque a la USAC; pero al pedírsele que pararan las violaciones de derechos humanos contra las y los universitarios respondió que “la USAC era centro de la insurgencia”. Si bien los ataques en la capital disminuyeron durante mi gestión, otros terribles asesinatos se dieron en Quetzaltenango.
Tarea esencial fue elevar el espíritu de la comunidad universitaria ante el impacto del violento ataque, el primero desde 1962. Se hicieron visitas a las Facultades y a las oficinas administrativas, se emitieron comunicados para señalar el injusto ataque contra la USAC y se hicieron esfuerzos por retornar pronto a las actividades académicas y administrativas. Se logró la firme solidaridad de la Confederación Universitaria Centroamericana (CSUCA), universidades privadas en Guatemala y muchas universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa. Se procuró, igualmente, salvar vidas de universitarios -docentes, estudiantes y trabajadores- y se continuó con la práctica ya establecida de otorgar dos meses con goce de salario a quienes por temor a ser asesinados solicitaran dicha licencia. Se abordaron embajadas, para pedir su ayuda y varios universitarios salieron bajo protección diplomática, así como solidaridad, buscando condiciones adecuadas de exilio. Entregué los cargos de Decano de la Facultad de Ingeniería y Rector en funciones el 31 de julio y me vi obligado a salir a una gira universitaria por México y Centroamérica. Regresé con la protección diplomática de Venezuela y, finalmente salí al exilio en septiembre -mi familia lo hizo en noviembre. Los detalles entre julio y noviembre dan para escribir un libro.