Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

¿Quiénes somos? Una población que aumenta constantemente y con niveles muy bajos en desarrollo humano y en que todo se maneja inequitativamente ya hablemos de aspectos de educación, salud, trabajo o de finanzas e inversiones. Ni nos asusta, ni nos intimida la respuesta a la pregunta ¿por qué?

Somos una sociedad que deja navegar a la deriva sus sistemas: por un lado va el sistema público que dentro de sus funciones lo que de él resalta es su habilidad para desplumar el gasto y el presupuesto nacional en beneficio propio y de unos cuantos. Un sistema privado, que despluma a través del engaño y la traición, poniendo y llenando de vida aquel dicho de que “ante el negocio, la ley cesa”. Y finalmente tenemos la población con toda una serie diversa de decadencias y necesidades, la mayoría insatisfechas, viviendo temerosos en lo que se podría decir “confusas existencias.”

Cada uno de esos sistemas, originalmente establecidos para brindarse apoyo, proporciona servicios y productos, bogado por su lado y para los suyos. Por ejemplo en el caso de lo público, una agencia central recoge el pago de impuestos, otra prepara préstamos internacionales y otras organizan el gasto nacional y finalmente unas terceras aprueban ese gasto para al final distribuir el préstamo sin ton ni son, en las distintas regiones e instituciones del estado luego de múltiples maniobras y contubernios, engaños y chanchullos que propician que de un quetzal que dizque presupuestalmente asigna para los más necesitados, estos reciben centavitos y eso como dádiva (así lo percibe un grupo fuerte de la población) y no como derecho. Un tanto parecido sucede en el otro sistema, que a su vez en sus operaciones y transacciones tiene que pagar “derecho a piso al anterior” recargando ello y algo más sobre el tercer sistema: la población que no toca fondo gracias al apoyo que recibe del sistema fuera de la nación y mal llamado de remesas.

En estos momentos, no existe un intento real o al menos conocido, de ordenar esos sistemas, de coordinarlos, de dar un poco de oxígeno a la dramática distribución de recursos en pro de algo que no sea a través del privilegio, tampoco de control y auditoria social para tratar de aumentar la eficiencia y reducir la tasa actual de corrupción pública y privada, a fin de conformar una nación con mayor equidad y calidad humana. Eso tropieza con una piedra en el zapato: la organización y el funcionamiento interno de cada sistema cooptada por múltiples intereses propios y ajenos, muy ajenos a la razón política y social de su misión de ser, lo que no les deja crecer y hacer efectiva coordinación alguna para encaminar la nación a un cauce democrático. Nuestra organización social como nación, está grandemente afectada por procesos anómalos de organización y funcionamiento sin poder transformarse en un verdadero sistema nacional de seguridad social y de desarrollo nacional. De manera que no se construye nación como lo establece la Constitución: “Todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos… cualquiera que sea su estado civil tienen iguales oportunidades y responsabilidades”. Culpables de ello somos todos.

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