Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raul Molina Mejía

Dos hechos me motivan a escribir sobre la juventud revolucionaria en la Facultad de Ingeniería de la USAC en los años de represión: uno, la invitación para escribir un capítulo del libro sobre Alejandro Cotí, en proceso de elaboración; y dos, la entrega del libro sobre Rubén Herrera, el 22 de julio. Dos estudiantes de Ingeniería, destacados dirigentes estudiantiles siempre apegados a los principios revolucionarios. Son ejemplo de los muchos estudiantes que junto a su formación académica dedicaron tiempo y esfuerzos para la transformación de la USAC y del país. Representan las promociones de los setenta, muy distintas de cuando fui estudiante y dirigente estudiantil en los sesenta, período en el que, con pocas excepciones, los estudiosos no se metían a la política universitaria y los estudiantes politizados eran una minoría poco aceptada. La Facultad fue sacudida, sin embargo, por las “Jornadas de marzo y abril de 1962”, cuando estudiantes universitarios encabezaron la rebelión ciudadana que casi derrocó a Ydígoras. Sofocada, militarmente, obligó a las y los estudiantes a optar entre la continuidad académica o subir a la montaña. Graduado en 1967, volví como profesor en 1971; me llevé la sorpresa de ver al sector estudiantil movilizado y revolucionario. Los estudiosos eran dirigentes de izquierda con vocación revolucionaria y sus agrupaciones trataban de responder al reto doble de transformar la USAC y el Estado. Profesores, la mayoría jóvenes, enfrentábamos el mismo doble reto, que permitió establecer el diálogo fructífero entre estudiantes, profesores y autoridades progresistas. Conocí a los dirigentes estudiantiles de las agrupaciones APE y Frente, con quienes preparamos proyectos universitarios, uno, el establecimiento del Área Social-Humanística para garantizar que la Ingeniería del futuro tuviera como contexto las necesidades de la sociedad guatemalteca; y, dos, el Ejercicio Profesional Supervisado, no solamente como una práctica al final de la carrera, sino que desde las primeras etapas de formación. Ambos programas sirvieron para responder con prontitud y eficacia a las demandas del país al ser golpeado por el terremoto de 1976.

Se formaron promociones de ingenieros e ingenieras que profundizaron su compromiso de poner la ingeniería al servicio de las comunidades y personas más necesitadas. Al mismo tiempo, el Estado desataba su “descabezamiento del movimiento social” y posteriormente sus actos de genocidio contra los pueblos Mayas. No pudieron quedar indiferentes ni salvos ante la enorme represión militar, unos siguieron batallando por utilizar los espacios democráticos, otros se insertaron en las organizaciones revolucionarias y otros se vieron obligados a salir al exilio con sus familias. Cotí fue secuestrado y asesinado en 1980. Herrera se incorporó a una organización revolucionaria, actuó en el extranjero y en el país para lograr la paz y siguió trabajando intensamente en Huehuetenango por hacerla efectiva. Su muerte ocurrió hace un año. Rindo mi homenaje a ambos y a los muchos mártires, héroes y heroínas de la juventud revolucionaria de Ingeniería.

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