Héctor Raúl del Valle Muñoz*
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En el marco de una conmemoración para toda una región, con tanto simbolismo detrás, vivimos una coyuntura totalmente atípica, la cual más allá de ser un desafío para los pilares de nuestra nación, es una oportunidad de corregir el rumbo.
La región centroamericana y la República de Guatemala se independizaron bajo condiciones y acuerdos muy puntuales, donde intereses particulares prevalecen a través del tiempo, siendo estos los que forjaron el sistema depredador con los que la oligarquía mantiene sometido de rodillas al país.
Pero por oscuro que aparenta ser el panorama, por cómo empeora la situación cada cuatro años, por deplorable que sea la clase política de esta nación, la juventud tiene en sus manos el destino del país. Pocas veces en la historia la juventud ha tenido la oportunidad de ser determinante, por lo regular en conflictos bélicos, pero ahora no es momento de confrontar en un levantamiento armado todo lo que está mal, hoy, las armas son la pluma, la voluntad, la academia y la consciencia.
La riqueza cultural y diversidad de este país ha causado históricamente un debate que algunos han aprovechado para entronizar el famoso “divide y vencerás”, es la razón por la que a pesar de que a todas y todos los guatemaltecos les afectan los mismos fenómenos, insistimos en priorizar una y otra necesidad por el propio egoísmo que caracteriza al ser humano y al status quo guatemalteco.
A pesar de todo, la historia fue generosa de poner un elemento que, para quitarnos la venda de los ojos, un virus que no discrimina, una pandemia que afectó a todos por igual, que se ha llevado tanto las vidas de personas privilegiadas y opulentas así como las de personas marginadas, abnegadas y utilizadas.
Y aunque este virus pandémico Covid-19 vino a dar lecciones muy duras para toda la ciudadanía, el virus endémico que desde hace muchos años asesina a diestra y siniestra llamado Corrupción es el que realmente tiene infectada a Guatemala desde la raíz. Un virus que no es reciente, un virus que se prestó para que la esclavitud, la misoginia, el racismo, la xenofobia, el conservadurismo, el nepotismo, el clientelismo, el servilismo, la mentira, la discriminación, la mediocridad y la indiferencia se normalizaran a través del tiempo.
Todo lo anteriormente mencionado ya se sabe, no es ninguna novedad, a veces mengua la intensidad, pero no se olvida, no obstante, lo importante de todo este compilado es reunificar el sentir de la ciudadanía en igualdad. El papel de la juventud en pleno auge del siglo XXI es más determinante que nunca porque la juventud en su gran mayoría comparte los ideales de los cuales las generaciones pasadas o se olvidaron, o se los doblegaron por la fuerza.
Quedan nueve años para cumplir con una agenda global, la cual Guatemala pactó a cumplir, y paralelo al compromiso, un mundo más globalizado e interdependiente garantiza herramientas y accesibilidad a la información, además de visibilizar las voces y clamor.
Estos 200 años que han transcurrido no han sido del todo malos, pero el 16 de septiembre de 2021 es nuestra responsabilidad como generación cambiar el rumbo y trabajar por un país más justo y transparente. La clase política tradicional va a caer ante el ímpetu y fuerza de la juventud.
*“Soy un ciudadano del mundo, estudiante de Relaciones Internacionales y apasionado por lo que hago, digo y creo. Creo fielmente en que es mejor servir antes que ser servido, que existen más personas buenas en el mundo y que juntos como generación podemos superar cualquier adversidad”.