Jonathan Menkos

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Jonathan Menkos Zeissig
jmenkos@gmail.com

Imagine que usted es parte de ese selecto grupo de personas —hombres en su mayoría— que ostenta mucho poder económico y político, logrado a través del tiempo y gracias a las ideas innovadoras que en su momento pusieron en práctica sus tatarabuelos, abuelos y padres, cuando decidieron apropiarse de tierras y recursos naturales, crear monopolios privados y apoderarse del poder público para conseguir privilegios fiscales, comerciales y legales que les garanticen más poder y dinero.

En su afán por aparentar en círculos internacionales que su finca, perdón, su país, va por buen camino, usted y la mayoría de esa élite a la que pertenece, decide apoyar la creación de una comisión internacional que ayude a atrapar a los corruptos. Ya sus abuelos y su padre debieron ceder un poco para terminar la guerra civil, que les generaba problemas para hacer negocios en el extranjero. Ahora le toca a usted: no está dispuesto a ceder mejoras substanciales en los salarios de los trabajadores, ni tampoco en que el Estado brinde universalmente educación y salud o erradique la pobreza, porque perdería mucho: al pueblo le damos la mano y nos cogerá el pie, piensa usted. Sí está dispuesto a aceptar una comisión internacional para atrapar corruptos porque cree que, junto a los suyos, podrán controlar que dicha comisión coja a los corruptos en el poder público que no trabajan para ustedes. Al final, siempre han logrado manipular la justicia comprando magistrados, jueces, ministros, muchos diputados y hasta presidentes.

Sin embargo, algo les sale mal, pues resulta que en 2018 la dichosa comisión los lleva a usted y sus socios frente al banquillo, pues hurgando entre los anales de la corrupción, les ha descubierto a ustedes que, desde lo privado, financian ilegalmente a los partidos políticos, tranzan obra pública y contratan a ampones para conseguir mejores tratos ante la administración tributaria. ¡Jamás alguien con su abolengo, miembros prominentes de cámaras industriales, del agro y financieras, con sus múltiples contactos y sus millones había sufrido tal afrenta!

A usted no le preocupa tanto lo que ahora ya se conoce, pedirá disculpas y —como siempre— aquí no pasó nada. Lo que le quita el sueño es lo que todavía no se conoce de usted: porque bajo la alfombra de su lujosa mansión, usted, como sus semejantes, guarda la sangre y el sudor que ha hecho derramar a otros para poder ser parte de la millonaria élite guatemalteca: niños famélicos y padres y madres trabajadoras, de manos gruesas y espaldas dobladas por el peso de injusticias y precarización; guarda la impunidad por el asesinato de sindicalistas, de defensores de derechos humanos y del territorio y de políticos y empresarios progresistas, entre otros.

Debajo de la alfombra usted conserva también las herramientas utilizadas para matar las bases democráticas: registros de las holdings creadas en España y Panamá para evadir impuestos; cuadernos en los que consta la cotidiana compra de militares y políticos que le facilitan el poder público para que usted obtenga tratados comerciales, licencias de explotación petrolera y minera, privilegios fiscales, violencia del Estado contra la población y la compra de empresas públicas por chile y sal. También guarda ahí sus tratos con los narcos.

Es por todo esto que usted, cuando habla en público, pide respeto por la institucionalidad que ha ayudado a construir: felicita a Consuelo Porras, felicita a Giammattei como felicitó a Jimmy Morales. Usted quiere, no, más bien necesita mantener una Eleq’oncracia, un sistema político basado en la corrupción y la impunidad, en el cual la última palabra reside en usted y los suyos. Por eso elabora una guía (continuará).

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