Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Resulta que en el sistema de enseñanza pública del país apenas un 5% de las escuelas e institutos cuentan con laboratorios de computación, pero apenas el 0.6% tiene acceso a Internet. No estoy hablando de tecnología de punta, sino simplemente de las herramientas más básicas que en el mundo se han puesto al servicio de la educación, el aprendizaje y la adquisición de conocimiento. Por supuesto que no hablamos de computadoras avanzadas que se entregan a todos los niños para que hagan sus trabajos escolares, sino de viejos armatrostes donados hace varios años y que no se renuevan. Ni pensar siquiera en velocidades de Internet que son comunes en el mundo moderno, puesto que muchas de las comunicaciones que hay en las escuelas apenas pasan de los 512 Kbps y algunas de ellas son una para atender toda la demanda del centro de enseñanza, lo que hace que la cifra del 0.6% en la práctica sea mucho menor.
Dimas Santiago es hijo de guatemaltecos y se está formando en una escuela de enseñanza media en el estado de Florida donde recibe una tableta para hacer sus tareas escolares y en donde puede almacenar todos los libros de texto que requiere para su aprendizaje, pero además puede realizar investigaciones sobre los distintos tópicos que sus maestros le encargan porque su acceso a Internet es de alta velocidad. Él tiene la desventaja de que es un niño que, como sus papás, vive ilegalmente en Estados Unidos y eso limita seriamente su futuro, pero sin que el poderoso imperio norteamericano sea el paraíso mundial de la cultura y la enseñanza, porque allá también hay serios rezagos, están a siglos luz de diferencia de lo que ocurre en Guatemala.
No podemos pretender atraer inversión para generar empleo más que para trabajos miserables porque nuestra gente no recibe la oportunidad de prepararse para ofrecer su capacidad en este nuevo milenio. El Ministerio de Educación se escuda en que no tiene recursos, pero ello tiene que ver con que politiqueramente firmaron un pacto colectivo con los maestros para pagarles más a cambio de nada, literalmente hablando, porque no mejora la calidad de la enseñanza ni el compromiso del magisterio.
Somos un país atrasado y lo seguiremos siendo mientras haya autoridades como las de hoy en Educación que se resignan a ofrecer a los alumnos una enseñanza que ni siquiera se compara con la que se recibía en las viejas escuelas de artes y oficios de hace un siglo.
Mediocridad de país por la mediocridad de sus autoridades.