Por: Karen Fernández
Juan Villoro es un autor mexicano versátil e intergeneracional que nos regala fabulosas novelas, crónicas, obras de teatro y por supuesto cuentos. Ahora nos presenta esta antología que se integra por catorce cuentos que ha escrito a lo largo de los últimos 30 años. Dos de ellos son inéditos y los restantes ya habían sido publicados, pero bien merecen un segundo encuentro con los lectores. El título de la obra, Examen Extraordinario alude a esa última oportunidad que los estudiantes tienen de presentar una evaluación y aprobar una materia.
El mismo escritor fue quien eligió los cuentos, y reconoció que para seleccionarlos se inclinó hacia lo sentimental antes que lo racional. Puede que no sean sus mejores cuentos (ni los peores como para someterse a esta prueba) son aquellos que reflejan distintas perspectivas, miedos, inseguridades y por supuesto, pasiones universales.
Acapulco ¿verdad?, lo cuenta María, su protagonista. Nos transporta no solo a ese sitio turístico sino a otra época y nos recuerda a ese primer amor, ese enamoramiento que tiende a la idealización, esa ilusión que nubla la razón y esa sensación de amor inconcluso que podría hacernos desear por el resto de la vida poder volver, volver al lugar, volver a encontrarnos, volver a sentir lo mismo. En este relato los protagonistas sí tienen la oportunidad de volver a encontrarse después de muchos años, en el mismo lugar, en más de una ocasión, en diferentes etapas de la vida, aunque eso solo sirva para confirmar que cada momento se vive solo una vez.
Confianza, en cambio, es un relato excitante que comienza en la Ciudad de México a las seis de la mañana con dos desconocidos que coinciden en un avión y termina solo unas horas después en una habitación de hotel enredados en confesiones impactantes y desconcertantes, las cuales se hacen únicamente cuando alguien nos ha inspirado suficiente confianza.
La jaula del mundo es una historia que va de la amistad a la rivalidad y a la posibilidad de la reconciliación. Trata sobre tres amigos jóvenes que se conocen en la Casa del Teatro en Coyoacán. En aquel momento aprendían dramaturgia y actuación por lo que compartieron todo ese tiempo. Con el paso de los años cada uno tomó su camino, solo uno de ellos, Josecho siguió en el teatro; Remigio se dedicó al negocio de la medicina y creo una importante cadena de farmacias. El tercero, Salvador Ocaranza eligió la política como líder juvenil del PRI y puso en práctica todas las herramientas que la actuación para ganarse la confianza de la gente. Su carrera política comienzo a crecer rápidamente hasta que un día lo secuestran, o por lo menos eso hizo creer a las personas. Se dijo que fue un autosecuestro pero, aun así, logró hacer que la gente no dejara de confiar en él y conseguir sus objetivos: atención, poder y fortuna. Estos tres amigos separados por los años y las ocupaciones volverán a reunirse en el escenario menos pensado, improvisando sus mejores diálogos y resolviendo conflictos que parecen mantenerlos amarrados en este mundo que parece grande, pero sigue siendo una jaula.
Con la sinopsis de estos tres relatos se podría considerar que el autor pasó el examen, pero cada lector calificará el resto de los cuentos para confirmar que se puede dar por aprobado este (libro) extraordinario.
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Zapata después de Zapata, de varios autores
Recopilación de imágenes y textos que compusieron la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, el presente volumen explora las distintas maneras en las que el legado del líder revolucionario ha sido activado y reinventado en distintos ámbitos. El texto introductorio de Luis Vargas Santiago presenta una panorámica general de la evolución iconográfica zapatista desde principios del siglo XX hasta nuestros días, seguido por cinco ensayos de Salvador Rueda Smithers, Anna Indych-López, Theresa Avila, Nicolás Pradilla y Mariana Botey.
Octavio Paz, iconografía, de Rafael Vargas
La iconografía definitiva de Octavio Paz debía hacerla un poeta y así sucedió.
A Rafael Vargas se debe Octavio Paz. Iconografía una especie de carta amorosa no de 388 páginas en papel couché sino de igual número de hojas de un árbol cuyas raíces se adentran en quien toca, mira y lee el volumen. Si en el poema “Los fieles difuntos” Rafael Vargas dice que sus ancestros “a veces abren la puerta de algún sueño” para conversar con él, en Octavio Paz. Iconografía el premio Nobel parece que se asoma sobre el hombro del compilador para verse a sí mismo desde la niñez hasta casi sus últimos días.
Yoyo, sin miedo, de Bruno Heitz
Yoyo no sabe lo que es el miedo. No le da miedo la maestra, ver películas de terror o ir al dentista. Un día lee en una historia de bandidos que el miedo hace salir volando y se dedica a asustar a todo ser viviente para ver si despega, hasta que sus papás deciden enseñarle lo que es el miedo ¿Lo conseguirán? Bruno Heitz. Autor e ilustrador francés multifacético. Escribe e ilustra literatura infantil, como poemas y canciones, y colabora como dibujante en prensa.