Mario Alberto Carrera
Si algún país del planeta se especializa en el crimen de impedir la libertad de pensar, ese es Guatemala. Descendientes de un mundo hispano donde la Inquisición tuvo vigencia hasta 1808, a muy pocos hostiga y a pocos repugna que nos inserten prejuicios a lo largo de la vida (y desde el momento mismo de la concepción según algunos gurús de la hipnosis) y se impida así mediante diversos procedimientos insidiosos de toda índole –muchas de ellos rayanos en la superstición- el “Sapere Aude” que no proponía -sino que imponía Kant- tan alejado de polémicas adrede.
Urge una reforma escolar y universitaria para enseñar a pensar en y con libertad. Esto es, sobre todo sin el maldito prejuicio que anega toda mente de podredumbre. Yo no propongo que se informe ni se comunique sobre miles de asuntos (tormenta de información) y a la basura con fechas y acontecimientos en tropel. Yo lo que propongo es que se instale educativamente un reinado de la libertad de la mente humana: la mente por la mente como “el arte por el arte”. Sobre todo de la mente humana joven aún y sin la impronta turbia de viejos prejuicios. Y se la deje que funcione sin decirle de antemano cual es “la verdad”, la fake news, el bulo cultural. “La verdad” del grupo, del clan, de la tribu, de la secta, del culto que se devora “en familia”. Se atiborra al niño y al joven con cientos y miles de noticias, detalles, apuntes escolares y documentos de Internet. Pero ninguno piensa realmente con y en libertad. Repite como loro lo que hay que repetir: el rosario, el postulado Capitalista de Hume, la doctrina neoliberal o neolibertaria, versículos del Corán o algunos párrafos del Manifiesto del Partido Comunista, decenas de veces escuchados y reiterados según la geografía y el tiempo.
Por eso éste ¡sí Guatemala!, es asimismo uno de los países más antifilosóficos de la Tierra. Por supuesto que de los millones de indígenas ni hablemos. Allí, en ese mundo aún tan cercano a la desesperación de la hambruna, no cabe pensar porque el único problema por resolver es el inmediato: el de la sobrevivencia y los pocos que se abocan a la “educación” acceden a ella traumatizados y con su propio mundo de creencias que por tales no me simpatizan. Ni Maximón ni el cristianismo: Estar en la libertad de pensar sin prejuicios. La elaboración de un pensamiento propio va de la mano de una cultura nacional. Tabula rasa en lo posible para aprender a pensar y, en ese espacio de libertad, que se dé la libertad de pensamiento y, en consecuencia, la libre emisión del pensamiento y de Prensa.
Los padres (no dudo que muchos de muy buena fe) creen que porque mandan al niño o al joven a aprender la lengua del dominador un poco o mucho (que es la moda) de computación y quién sabe qué menjunje más de esos que preparan en los centros de “educación” de pro y de posibles (además, sólo para las clases altas) donde de paso se aprende a apreciar exclusivamente lo extranjero y nada de nuestras tradiciones -por shumas- el niño o el joven ya piensa y es más. Ya ejerce la libertad de pensar. Esas son tortas y pan pintado. El niño o el joven siguen más tontos acaso que cuando nacieron la diferencia es que ahora estarán indigestos y eructarán en inglés o tal vez en mandarín. Claro que ahora también tendrán un diploma o un título (ojalá que no sea de la UDV) para explotar y ganarse la vida o para intentar engañar a otros con falsedad ideológica. En realidad, la mayoría de sistemas educativos no son otra cosa que sistemas y procedimientos para impedir el pensamiento, el verdadero pensamiento que acaso significa transgresión.
El “Sapere Aude” kantiano significa y sugiere: permite a tu pensamiento pensar.