Uno de los gigantes de las profundidades se está encogiendo ante nuestros ojos, revela un nuevo estudio.
La generación más joven de ballenas francas del Atlántico norte, una especie en grave peligro de extinción, es casi un metro (tres pies) más pequeña en promedio que las ballenas de hace 20 años, revelan datos captados desde drones y aeronaves para un estudio publicado hoy en la revista Current Biology.
Los científicos aseguran que los humanos son los responsables. Ejemplares enredados en equipo de pesca, colisiones con embarcaciones y el hecho de que el cambio climático esté provocando que su alimento se desplace al norte se están combinando para estresar y reducir la longitud de estas enormes ballenas, asegura el estudio.
La pérdida de tamaño es una amenaza para la supervivencia de la especie, ya que las ballenas no están procreando lo suficiente. No son lo suficientemente grandes para amamantar a sus crías o siquiera para quedar preñadas, señalaron los autores del reporte.
Estos mamíferos marinos solían alcanzar un tamaño promedio de 14 metros (46 pies), pero la nueva generación se enfila a un promedio de 13 metros (menos de 43 pies), según el estudio.
«Esto no se trata de ballenas francas ‘pequeñas’, sino de una manifestación física de un problema fisiológico; es el dolor en el pecho antes de sufrir el paro cardíaco», dijo Regina Asmutis-Silvia, directora ejecutiva del organismo de beneficencia Whale and Dolphin Conservation North America, que no formó parte del estudio. «Ignorar este hecho sólo conduce a una tragedia inevitable, mientras que reconocerlo y atenderlo literalmente podría salvar una vida o, en este caso, a toda una especie».
Apenas existen cerca de 356 ballenas francas del Atlántico norte, un marcado descenso de las 500 que sobrevivían en 2010, dijo la coautora del estudio Amy Knowlton, científica del Acuario de Nueva Inglaterra. Otros cálculos colocan su población en unos 400 ejemplares, aunque los investigadores coinciden en que su número está disminuyendo.
En el pasado, científicos y activistas se han concentrado exclusivamente en los decesos de ballenas, pero ahora han caído en la cuenta de que existe un problema que aflige a los ejemplares sobrevivientes y que aún puede provocar una disminución adicional de la población, señaló el coautor del estudio, Michael Moore, director de mamíferos marinos en la Institución Oceanográfica de Woods Hole. Los autores pudieron fotografiar a 129 ballenas francas y utilizar un programa de computadora para compararlas con ejemplares de edad similar hace 20 años.
El tema surgió durante un viaje de investigación hace varios años, cuando Knowlton y otros científicos vieron unas cuantas ballenas pequeñas y a una muerta. Por su tamaño, pensaron que se trataba de ballenatos, de menos de un año, pero un análisis más a fondo reveló que las ballenas tenían cerca de dos años. Por lo general, las crías de ballena franca duplican su tamaño en dos años, señaló el autor principal del estudio, Joshua Stewart, investigador de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés).
Los autores del estudio señalaron que el problema principal de las ballenas francas de menor tamaño es enredarse en equipo de pesca, particularmente en cuerdas que cada vez son más fuertes y de las que les cuesta más trabajo desprenderse.
«Más del 83% de la población actual de la especie se ha enredado al menos una vez en su vida, y algunas de ellas hasta ocho veces», dijo Knowlton. «Si eso no las mata, sin duda afectará su capacidad para reproducirse».
Las colisiones con los barcos son otro problema. Los problemas con los equipos de pesca y los choques son puntos que se han tocado en regulaciones gubernamentales en algunas de las zonas habituales de alimentación de las ballenas. Pero, desde 2010, el cambio climático ha hecho que el plancton del que se alimentan estos cetáceos se encuentre más al norte y al este, en zonas sin regulaciones, por lo que han aumentado el número de colisiones y de ejemplares enredados, comentó Knowlton.
El cambio en las áreas de alimentación les ha generado un mayor estrés físico a las ballenas francas del Atlántico norte, que ya son más delgadas en comparación con sus primas del sur, dijo Moore.
«Sabemos que el cambio climático ha afectado a algunas de sus principales fuentes de alimento, así que es muy probable que las ballenas enredadas experimenten un triple impacto al tener menos alimento, menor capacidad para ir a buscarlo y tener que consumir más energía haciéndolo», dijo Boris Worm, biólogo marino de la Universidad de Dalhousie, quien no formó parte del estudio. «Es desgarrador pensar en las vidas que llevan algunas de estas ballenas».