Marco Morales
marcomorales@water-co.com
Mientras escribo, empezó un intenso aguacero de veinte minutos que volvió a inundar muchas de las calles y avenidas “de siempre”; lo confirmaron por Twitter: Periférico; Calzada San Juan; Vista Hermosa; Trébol; Kaminal Juyú; Terminal; Aguilar Batres; 13 calle zona 11; Campo Marte; zona 9. ¿Conoce otros puntos?
La correcta definición de los problemas es fundamental para resolverlos. Las causas principales de una inundación suceden en dos escalas: una regional (la cuenca hidrográfica) y otra local (el sistema hidráulico). La lluvia, es el primer y principal factor común, y Guatemala está en la ruta histórica de tormentas y huracanes.
La escorrentía es el movimiento rápido del agua en laderas y cauces de las cuencas: surge tras “rebalsarse” los depósitos de retención hídrica natural: el suelo, la vegetación y las hondonadas. La inundación se produce más tarde.
Una cuenca “sana” regula la energía y velocidad de la lluvia; la vegetación retiene agua en sus copas, y favorece la infiltración en el suelo: ese flujo, al pasar los meses, se convertirá en agua de nuestros pozos (“respuesta lenta de la cuenca”). Un complejo sistema de charcos, lagunetas y drenajes naturales, formados tras miles de años de lluvias, se activan para regular su fuerza; al final los excesos llegan a los cauces principales. Resultado: la velocidad del agua se reduce, se recargan acuíferos para la época seca, y la escorrentía tarda más tiempo en formarse.
Una cuenca “enferma” ha perdido cobertura vegetal y su complejo sistema de lagunetas y drenajes naturales, tiene suelos impermeabilizados, se sustituye el poder filtrante del suelo por sistemas de alcantarillas. Resultado: mínima infiltración, escasa capacidad de regulación de la lluvia, aumento de la respuesta rápida (escorrentía), flujos torrenciales e inundación urbana; los cauces naturales (barrancos) reciben dicho torrente y propagan el peligro a otras ciudades aguas debajo. No hay recarga de acuíferos, generando escasez.
La escorrentía en lo local, llega a la red hidráulica de drenajes, con gran velocidad y fuerza de arrastre; el sistema debe diseñarse, construirse y mantenerse para que alcantarillados, tanques de tormenta, drenajes separativos y SUDS respondan a la mayor magnitud posible de las tormentas. Esto requiere estudios serios, pues la hidrología de las urbes ha cambiado.
Pero carecemos de estadistas, inversión y acuerdos serios sector público-Academia para lograrlo. ¿Ha visto en su ciudad nuevas obras hidráulicas y mantenimientos mayores del sistema o solo limpieza de “tragantes” a nivel de calle?
En una ciudad funcional, los drenajes y las cuencas hidrográficas actúan en conjunto: las lluvias recargan los acuíferos; la inundación solo sucede tras las tormentas más grandes, que ocurren cada muchos años.
Esta semana revisé con Gabriela Guzmán, su estudio de maestría (U. of Exeter) para Municipalidad de Guatemala: modelación de escenarios de inundación, analizando peligros, vulnerabilidad y riesgo, en la microcuenca del río Guadrón (tributario del río Pinula); ésta abarca aproximadamente desde Bulevar Liberación (norte) hasta la Colonia Santa Fe (sur) y del aeropuerto La Aurora (este) hasta cercanías de Calzada Atanasio Tzul.
Es contundente al identificar las causas: “No es la basura. Es una combinación entre falta de mantenimiento, uso y cobertura del suelo, y curvas IDF desactualizadas”.
¿Merecemos pagar tan caro esta negligencia con el colapso de la urbe que aglutina 40% del PIB nacional, con nuestro tiempo perdido e histeria colectiva?
Mi próxima columna hablará de invertir en soluciones.