Adolfo Mazariegos
No es difícil notar que la pandemia que hoy nos afecta a nivel global, ha venido a desnudar con estrépito muchos de los problemas que como sociedad venimos padeciendo desde hace mucho. Problemas que, en algunos casos, habían pasado desapercibidos quizá por el mismo devenir inexorable de la vida cotidiana; en otros casos, porque han sido deliberadamente ignorados de forma reiterada a través de los años. Sin embargo, basta realizar un breve recorrido por algunos sectores de la ciudad de Guatemala para ver, por ejemplo, el preocupante incremento de niños y niñas intentando ganar algo de dinero que les permita contribuir (supongo) a alguna depauperada economía familiar, sea vendiendo algún sencillo producto, sea realizando algún acto artístico-circense, sea simplemente extendiendo la mano y pidiendo la caridad de quienes accedan a poner entre sus infantiles dedos algunas monedas. Existen en tal fenómeno, por supuesto, distintas aristas que pueden constituirse en importantes puntos de vista para el análisis y la discusión, desde lo puramente económico y político, pasando por lo sociológico, hasta los efectos psicológicos que, en un momento dado, puede tener en un individuo la vida en las calles desde temprana edad, y, sobre todo, haciendo de ello una forma de vida a largo plazo. Además, los riesgos físicos, de salud y de integridad que ello supone para un niño, son más que evidentes. Parafraseando al escritor checo Milan Kundera, “un pueblo es también responsable por aquello que decide ignorar”, y, cuando se habla de la niñez o adolescentes de un país, aquellos hombres y mujeres que mañana dirigirán los destinos de los Estados que conforman este planeta, esa certera sentencia del escritor checo se transforma en algo más que la simple impresión de una fotografía ya conocida. Fácil es imaginar el panorama en términos sociales cuando se deja de prestar atención (por las razones que sea) a algo tan importante. La situación no ha sido fácil para la mayor parte de la humanidad desde que se propagó la actual pandemia, ciertamente. Y desde esa perspectiva hay cosas que se pueden entender fácilmente, aunque no se acepten. No obstante, negarse a ver una realidad que puede pasar una factura muy alta para la sociedad en su conjunto, por ignorar algo que resulta evidente, puede resultar tan nefasto como irreversible en mucho, mucho tiempo. Bastante se dice que los niños son el futuro del mundo, pero la verdad es que también son el presente, un presente que para un considerable número de ellos pareciera irse tornando cada vez más oscuro y escurridizo, haciendo que el futuro también se vislumbre cada vez más incierto, más escabroso, más lejano. Vale la pena considerarlo, reflexionar un poquito, y tal vez hacer algo al respecto…, quién sabe.