Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Ayer el presidente Joe Biden dio un notable giro en la retórica de Estados Unidos, al anunciar que el eje de la política exterior está en la lucha contra la corrupción que se convierte en el interés fundamental de la política exterior de su país y en los temas de seguridad nacional, porque la corrupción pone en peligro no sólo la democracia norteamericana sino la seguridad interna. No estaba hablando de Guatemala sino de la situación mundial, tomando en cuenta la forma que en tantos lugares el concepto de Estado fue prostituido por grupos criminales y oligárquicos que se han adueñado de las naciones y las usan para sus propios fines y beneficio, llegando inclusive a utilizar el poderío tecnológico para robar más y destruir a sus adversarios con ataques de todo tipo.

Pero ordenó a todo el aparato relacionado con la seguridad nacional que emprenda un esfuerzo global para enfrentar a esos grupos criminales que operan con toda impunidad porque controlan a los Estados y disponen de tanta ayuda, aún en los Estados Unidos, donde abogados les crean escudos fiscales y legales para que puedan operar con el dinero mal habido y hasta vivir en ese país.

Como muy bien expone hoy el columnista David Ignatius en el Washington Post, el desafío es tremendo y sería histórico si se pudiera realmente implementar esa política, haciendo ver que ya hubo esfuerzos en esa línea que quedaron truncados, citando específicamente en las administraciones de Clinton y Obama, los que resultaron poco efectivos en la práctica porque se tiene que lidiar con líderes y potencias mundiales entre las que se puede poner como prominente ejemplo a Putin y Rusia.

En el documento oficial que circuló ayer se hace ver cómo el sistema legal y económico de Estados Unidos se convierte en un gran atractivo para que muchos de los corruptos alrededor del mundo inviertan tanto dinero en operaciones en distintos negocios norteamericanos y que por ello instruye a seguir la pista del dinero y las agencias de inteligencia han sido encargadas de ponerle más atención a esas operaciones.

El anuncio de Biden es consecuencia de trabajos que él y su asesor de seguridad vienen realizando y publicando sobre el tema desde hace varios años y ahora lo materializan en una propuesta política que representa grandes desafíos por el tipo de adversarios que se convierten en el objetivo.

Por supuesto que en la medida en que Biden esté realmente comprometido con esa nueva visión de la política exterior tendrá que hacer que todo esfuerzo y trabajo que se haga con otros países esté centrado también en ese compromiso que definió ayer como una prioridad de seguridad nacional y defensa de la democracia. Y allí es donde el caso de Guatemala puede cobrar relevancia porque el tema migratorio es uno de los más preocupantes para la administración y su énfasis en atacar las causas de la migración, sobre todo después del mensaje retundo de Blinken a Centroamérica sobre la corrupción, puede convertirnos en laboratorio para medir la efectividad de la propuesta global de Biden.

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