Los ríos alrededor de la mayor ciudad de la selva amazónica brasileña han crecido a niveles no vistos en más de un siglo, según datos publicados por las autoridades portuarias de Manaos, agravando la ansiedad sobre la creciente frecuencia de esos fenómenos climáticos.
El Río Negro cargaba su mayor cauce desde que se comenzó a registrarse ese dato en 1902, con 29,98 metros (98 pies) en el punto de medición. Los cercanos ríos Solimoes y Amazonas también estaban aproximándose a sus récords, inundando calles y viviendas en decenas municipalidades y afectando a unos 450.000 habitantes de la región.
Las inundaciones ocurren en momentos en que expertos advierten que la actividad humana y el calentamiento atmosférico están alterando la intensidad y frecuencia de fenómenos como La Niña, que afecta a las corrientes del océano Pacífico y que ha sido vinculado con el aumento en la intensidad de las lluvias.
Siete de las 10 peores inundaciones en la Amazonía han ocurrido en los últimos 13 años, según la Agencia Geológica de Brasil.
“Si seguimos destruyendo la selva amazónica como lo hemos estado haciendo, las anomalías climáticas serán cada vez más acentuadas”, explicó Virgílio Viana, director de la Fundación para una Amazonía Sostenible.
“Habrá inundaciones más intensas, pero también sequías más intensas”, añadió.
Enormes zonas de Brasil están sufriendo bajo una grave sequía que podría afectar a las plantas hidroeléctricas, lo que a su vez podría resultar en apagones y aumentos de precios de la electricidad.
Julia Simas, una vecina de Manaos, tiene la casa inundada, con el agua que le llega hasta los tobillos. Simas, de 66 años, lleva viviendo en el barrio obrero de Sao Jorge desde 1974 y está costumbrada a ver los ríos subir y bajar con las estaciones. Dice estar contento con su barrio porque es seguro y limpio, pero expresa temores ante la inusitada frecuencia de las inundaciones en los años recientes.
“Desde 1974 hasta acá pasaban los años y no había inundaciones, era un lugar normal”, expresó Simas.
Cuando el río se desborda, ella y sus vecinos usan tablas de madera para elevar artificialmente los pisos de sus viviendas y salvarlas de las aguas crecidas.
“Creo que los seres humanos hemos contribuido bastante (a esta situación)”, dijo Simas.
“La naturaleza no perdona. Ella viene y hace lo que quiere y ni sabe ni le importa si estás listo para enfrentarla”, añadió.
Las inundaciones también han afectado a las industrias locales, como la agricultura y la cría de ganado. Muchas granjas de propiedad familiar han sufrido pérdidas devastadoras debido a las inundaciones.
Otros campesinos no han podido llegar a sus cosechas, oficinas, negocios o clientes debido a las aguas crecidas.