Alfonso Mata
La salud humana no existe como desarrollo individual; no viene dada por la genética sino por la interacción que hacemos y tenemos en un espacio terrestre que llamamos biosfera y dentro de este con todo lo que nos rodea material o no material. Desafortunadamente mucha gente se desarrolla y vive dentro de una sociedad inestable y productora de miles de situaciones adversas a la biosfera y al estado físico del planeta. Es esa interacción belicosa de nuestra parte, con distintos seres vivos y medios, la que nos lleva al final, a afectar la salud humana, animal, vegetal y de la tierra.
Al investigar sobre la pandemia; sus orígenes, evolución y porvenir, nos topamos con procesos de comunicación coordinación y acción entre los campos arriba mencionados, que facilitaron la producción de una pandemia como la que vivimos.
Pero hay otro tema en esto. Gran parte del descontrol de la pandemia que se vive en casi todos los países, obedece a que las agencias que trabajan para reducir su riesgo, ven su origen y evolución, desde el punto de vista huésped-parásito, sin establecer lazos profundos con su origen, que es producto del desastre ecológico y ambiental que hemos provocado y el desequilibrio (desigualdad e inequidad) con que organizamos nuestros grupos sociales. Es ese descalabro ecológico y social que mantenemos, el verdadero fermento de nuestras pandemias.
Una lección clara que deja la pandemia para el doctor Tedros Ghebreyesus, director general de la OMS, es que las amenazas múltiples y compartidas de un fenómeno como la actual pandemia, sólo se pueden combatir con soluciones compartidas. La pandemia es un claro ejemplo de interrelación social y ambiental cuyo manejo demanda de intervenciones en ambos campos, a fin de reorientar el comportamiento de la misma. No cabe ya la menor duda al mundo científico, que las alteraciones climáticas ecológicas y sociales cuando se reúnen desfavorablemente, favorecen aparecimientos de las enfermedades zoonóticas como la presente y por ende las epidemias y eso no sólo en hombres, en animales y vegetales también y entre especies igual: hombre-aves, hombre-cerdos, murciélagos-aves. Todo ello demanda de investigación análisis y toma de decisiones integrales, en el momento y lugar adecuados, con el fin de prevenir crisis y darles mejor respuesta a esos desastres. Sólo el multilateralismo de campos de estudio y políticas, podrá ayudar a desarrollar verdadera soluciones y para que eso se dé, el compromiso político y el científico deben abonar esfuerzos y ello debe suceder tanto en el campo nacional como internacional; espacios en que el buen desarrollo de cada uno de ellos y entre ellos es crucial.
El fracaso mundial de la gestión de la pandemia procede en buena parte de esa visión unilateral virus-hombre que se tiene de la pandemia, pero también a la falta de estrategias político-científicas, que caminen a la par la una de la otra. Un mundo científico por su lado, un mundo político por el suyo y un tercer mundo el social a la deriva, lo único que ha provocado es mas de 166 millones de contaminados por declaración, probablemente doscientos por realidad; más de tres millones y medio de muertes acumuladas y quien sabe cuántos millones de lesionados. La guerra la produjimos nosotros, nosotros la debemos acabar. Para ello se hace necesario planes y estrategias nacionales y mundiales con visión más amplia.