Alfonso Mata
HS: ¿Qué dejó de hacerse ante la Covid-19?
AM: Se ha evidenciado a nivel mundial, que los sistemas de salud de los diferentes países, así como las sociedades, reprobaron su capacidad de afrontar con éxito esta. A pesar de los marcos teóricos establecidos y aprobados desde hace más de una década, ningún país desarrolló las medidas sugeridas desde ese entonces y menos aquellos sobre los que recaía gran parte de la responsabilidad de preparación. La pandemia pasará a la historia como un evento extraordinario y como una grave amenaza para la salud pública. Pero sobre todo con el señalamiento de: cómo teniendo los recursos humanos, tecnológicos y financieros para su combate a tiempo, no lo hicimos.
El argumento de muchos organismos internacionales ante el fracaso no deja de ser ex tempore ante lo arriba indicado y se resume más o menos en esto: «Al principio, enfrentamos una serie de dificultades, ya que sabíamos poco sobre las propiedades del nuevo virus y cómo se propaga. Luego, nos enfocamos en las epidemias de coronavirus anteriores: SARS 2002-2003, MERS 2012. Pero la escala de esas epidemias fue mucho menor y nadie hizo experiencia de ello. De tal manera que con el agua encima, tuvimos que enfrentamos a la tarea de crear la capacidad de detección, aislamiento, equipos, camas necesarias, remodelación de sistemas y programas y de infraestructura como hospitales y su dotación. A la par el Covid-19 encontró que «Después de la modernización de la atención médica en los últimos años, los servicios de enfermedades infecciosas habían disminuido significativamente en la mayoría de sistemas de salud. La Covid-19 demandó no solo volver a perfilar, sino también un estricto cumplimiento de los requisitos necesarios contra la pandemia: la presencia de aislamientos, desinfección especial, eliminación de desechos médicos. Varios sistemas de salud, simplemente no tenían los recursos financieros, las condiciones materiales y técnicas que permitieran que todo esto se implementara por completo. Por ejemplo, no existían brigadas de contención de casos y manejo de brotes ni entrenamientos adecuados y suficientes al respecto. No existían recursos ni camas especiales para aislar a los infectados y el manejo de sus complicaciones, mucho menos personal capacitado, puestos de control sanitario para el personal, red de estaciones de desinfección adecuadas. En la mayoría de sistemas, había escasez de equipo de protección personal para el personal de salud. En la primera etapa, en muchas regiones, no había suficientes respiradores, gafas y protectores faciales, trajes especiales y esto en nuestro medio sigue vigente. Tampoco había suficiente cantidad de epidemiólogos con experiencia para la organización en una epidemia.
Finalmente, se reveló en el personal de salud existente una falta de habilidad para clasificar a los pacientes, el trabajo en equipo, incumplimiento de reglas especiales que no existían y no se tenían a mano. El personal no estaba alerta y en muchos casos hubo una subestimación de la situación.
A partir de la epidemia en territorio nacional, surgieron cargas de trabajo colosales: la gente trabajó durante 12 horas o más, y al mismo tiempo se redujo la vigilancia y el control de la situación. Esto llevó al hecho de que hubo casos de infección de personal de salud que pudieron evitarse. De hecho, no se puede hablar de una movilización a gran escala de la asistencia sanitaria en el menor tiempo posible y con la mayor eficiencia, creo que ni aún en estos momentos se podría dar.
HS: Entonces ¿se puede hablar de un fracaso de responsabilidad?
AM: ¡Efectivamente! si se analiza la situación de la influenza del 2009-2010, hubo una mayor preparación entonces. La situación actual no se puede comparar con esa. Se convirtió en una prueba dura, pero pronto olvidadas sus lecciones. Como muestra la historia, los servicios sanitarios-epidemiológicos de aquella época, en muchas partes del mudo la afrontaron bien. Lastimosamente esa experiencia se hecho al buzón del olvido.
HS: ¿Pudo evitarse la magnitud del daño actual?
AM: Al menos buena parte de ello. Desde hace más de un década, existían documentos protocolares, marcos teóricos planteados a nivel mundial, previendo un panorama como el actual, con acciones precisas previas a la pandemia como: la creación de stocks mundiales de recursos (mascarillas, respiradores, etc,) y de intervenciones oportunas durante y pos pandemia. Desafortunadamente todo ello quedó engavetado al igual que el desarrollo de potenciales tratamientos y vacunas no habiéndose realizado los estudios necesarios para ello, por falta de financiamiento, incluso algunos que iban en camino se detuvieron.
HS ¿Hay estrategias sanitarias para la lucha contra el virus?
AM: Creo que hay tres enfoques en la lucha contra una epidemia una vez ha llegado a un país: pasivo, rezagado y anticipatorio. Pasivo es cuando todo el mundo puede ir a la deriva y no se toman medidas restrictivas especiales. En la actual situación, esto se hizo en Suecia, India, África y muchos países de América Latina, donde todas las medidas restrictivas se centraron solo en las personas mayores. El tipo de reacción retardada fue demostrada por los países de Oriente Medio, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, España y algunos otros países europeos. El Secretario de Salud de Estados Unidos admitió públicamente que si hubieran comenzado las medidas necesarias 2 semanas antes, habrían salvado la vida de la mitad de los muertos. Eligieron la reacción anticipatoria Singapur, Taiwán, Corea del Sur entre otros que comenzaron a tomar medidas restrictivas y a preparar lo epidemiológico y curativo cuando la epidemia apenas comenzaba a desarrollarse en China; es por eso que lograron reducir el pico de aumento de la epidemia, suavizarlo y brindar atención médica oportuna a quienes la necesitaban: tenían suficientes camas y personal movilizado.
En nuestro medio nos movimos entre rezagado y anticipatorio. No contábamos ni con experiencia ni con recursos suficientes y la población no estaba educada para eso. Tuvimos un éxito inicial, más producto del temor que de la organización y la gente con esa motivación (miedo) rápido se cansó en colaborar y al oír diversas razones relajó las medidas sanitarias y la epidemia se propagó. Entonces podemos decir que al principio, -los primeros tres meses- la asistencia sanitaria doméstica se movilizó en un tiempo extremadamente corto y con bastante eficiencia. La dirección preventiva, cuyas bases fueron sentadas por el sistema de salud y el gobierno funcionaron. La naturaleza centralizada de la gestión sanitaria, permitió implementar con éxito el conjunto de medidas necesarias para combatir la nueva infección por coronavirus. Luego el entusiasmo y altruismo mermo y ya vemos las consecuencias.
HS: Y ¿las fallas de difusión dentro del sistema de salud?
AM: No tengo ninguna duda de que la sociedad necesita conocimiento al respecto. Los mensajes sanitarios fueron correctos, aunque incompletos. Por otro lado, una cosa es conocer y saber y otra actuar. El primer nivel de conocimiento acción que es la población funcionó inicialmente, luego se relajó y en parte es debido a que hubo fallas en el segundo nivel profesional.
Creo que en todos los niveles y ámbitos de actuación del personal de salud, ha faltado consentimiento grupal. Si usted analiza aun a la fecha -la posición médica por ejemplo- tiene grandes divergencias no solo sobre la epidemiología y la fisiopatología de la enfermedad sino sobre su tratamiento y más aún, sobre la importancia de esta. Eso confunde al público. Por otro lado y eso es entendible, a pesar de que el personal de salud no tenían suficiente capacitación sobre esta enfermedad (al principio, por supuesto, no había suficiente formación) la tarea consistía en desarrollar programas especiales para ello. Las universidades aun a la fecha, no han hecho un trabajo a este respecto. Ni siquiera existe un breve curso sobre coronavirus, que todos los médicos y enfermeras debían escuchar antes y durante el trabajo. Este es un paso crítico en la lucha contra la pandemia ignorado. Mucho menos se ha realizado a nivel del sistema educativo no profesional. Los estándares educativos de todos los niveles deberían revisarse. Por ejemplo, incluso me parece que es necesario incrementar el volumen de la docencia en epidemiología y enfermedades infecciosas en las universidades.