Alfonso Mata
La dirección, la aportación y control de la pandemia por el Estado es un caos. Filas sin distanciamiento en que muchos al no lograr vacunarse se contagian, pues la única medida preventiva usada es una máscara que no anula la posibilidad de transmisión del todo. Adolescentes que hacen plantón por sus mayores por horas. Ignoramos cuántas personas sintomáticas o asintomáticas están en esas filas interminables, convirtiendo un acto de prevención en un foco de temible transmisión. Todo un escándalo de planificación y entonces cabe preguntarse sobre la calidad de manipulación de la vacuna.
De igual forma al observar a mucha gente, especialmente de la tercera edad, es claro percibir en ellas soledad y abandono y es para enjugarse lágrimas verlas luchar “a capa y espada” por su existencia y con ese sabor de que “nadie me puede ayudar”. Situación aterrorizante.
La incapacidad del MSPAS y del Estado, no puede ser producto de ignorancia, más bien es negligencia e irresponsabilidad lo que hemos visto en ese manejo y un total desinterés político, pues desde que se es estudiante para ser profesional de la salud, se sabe que una atención adecuada de un problema de salud necesita al menos de organización y planificación cuidadosa y de indagación y verificación. Pues sólo con ello, se puede elegir de manera segura y responsable, el modelo de intervención y de curación que se necesita, sin poner en peligro a nadie. Daba cólera y lástima ver a ancianos mayores de 80 años, francamente enfermos, dejados a la intemperie por horas para vacunarlos y ver la falta de sensibilidad de un pueblo que no era capaz de ceder su lugar al que necesitaba ser atendido pronto. Aquello era un desfile macabro, en que la prepotencia del empleado contra el pueblo era evidente y la pleitesía hacia el poder clara (no eran colados, eran cuelludos los que pasaban primero). En consecuencia, ese ejercicio de vacunación muestra claramente cómo tanto el operador de salud como enfermos y sociedad, no solo hemos perdido sensibilidad humana sino hemos dejado de lado, la responsabilidad moral y ciudadana, para aumentar la incapacidad de intervención ante los problemas de salud. Una buena intervención sin adecuada organización, comunicación y verificación (como la actual campaña de inmunización) termina en fracaso. La organización y la comunicación es un punto crucial. Verificación significa medir lo que se hace, cómo se hace y lo que se obtiene y no se obtiene de ello. El trabajo de la comunicación con la verificación, permite no sólo un mejor uso y ubicación de recursos, sino poner en contacto e interpretación lo que la persona siente y padece. En ello observamos un fracaso rotundo (en el caso clínico, un acceso hospitalario deficiente para los pobres con complicaciones) para el caso de la salud comunitaria, la falta de un proceso de movilización adecuada para las personas por encima de 65 años. En esencia, es clara la falta de responsabilidad y humanismo de los altos funcionarios, ante el sufrimiento y las tensiones sociales y psicológicas que un evento como el actual produce en la población y solo basta estar por unos momentos en una de las intervenciones que se han planeado, para ver públicamente las grandes inequidades e injusticias del sistema de salud nacional.