Cientos de miles de personas viajando en familia y amigos, para pasar unos días de descanso. Porque se lo merecen, porque nos lo merecemos. Desde los empresarios que están detrás de grandes corporaciones en el país, trabajadores que dependen del sueldo para mantener su estilo de vida, hasta los estudiantes que se sientan cada día frente a sus tareas y presentaciones para poder entregarlos a tiempo. Todos nos merecemos unos días para desconectar, porque hemos trabajado duro y nuestro esfuerzo ha dado frutos.
Otro es el escenario para las cúpulas de poder malicioso en la República, que solo buscan desestabilizar el mercado y las instituciones del Estado a su favor. Aquellas personas que se benefician del duro trabajo de otros, no han de tener un solo día de desasosiego, mientras su conciencia los carcome cuando recuestan su cabeza en la almohada.
El libro de Sabiduría; 6, versículos 1 y 6 profesa “Escuchen, pues, reyes y entiendan, aprendan los que rigen los confines de la tierra […]. El pequeño merece misericordia, pero a los poderosos se los examinará con rigor”. Así, conmemorando la pasión y muerte de Jesucristo esta Semana Santa, hemos de recordar que la justicia es un concepto divino, que debemos mantener como regla máxima en nuestro actuar. Por justo también debemos de tomar la enseñanza de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Sin olvidar, que aquellos políticos que con ciega locura, caigan en la tentación de utilizar fondos del pueblo para sus propios fines, han de ser juzgados con rigor. Pues les hemos confiado con nuestra nación y nos han fallado. Han fallado a Guatemala. Olvidando su juramento ante el pueblo de defender la Constitución y mantener conductas acordes a la Ley.
Por esto mismo, es que debemos entender que, si bien la justicia es aplicada por un órgano judicial correspondiente, tal como lo dicta la Ley, es derecho y deber patriota de cada ciudadano, el examinar a aquellas personas con poder conferido por el propio pueblo, para asegurarnos que estén manteniendo sus labores. Los cargos públicos pueden tenerlos pocos, pero el poder de la República recae en todos los ciudadanos.
En esta Semana Santa atípica, démonos la oportunidad de descansar de la presión invisible y constante del mundo de volcanes y montañas irregulares que nos rodea. Después de todo, la luna sigue escondiéndose cada noche al dormir para dar paso a un nuevo cielo azulado de primavera, profetizando una nueva esperanza. Guatemala tiene una nueva esperanza esperando a la primera luz del alba para salir a avisar el inicio de un nuevo sol, de una nueva nación. Resucitada de entre las tinieblas, pues hay una luz perenne en este tramo oscuro que atravesamos los guatemaltecos.
Esa luz que augura una nueva era, son cada ciudadano con su propio foco de esperanza, que no se deja engañar por algunos políticos egoístas y populistas que se aprovechan de nuestra sagrada democracia para demonizar las buenas intenciones y la transparencia. Sobre todo, hago un llamado a los jóvenes en estos días santos, a que seamos el nuevo día del país. Prometiendo justicia, rigor y pasión por una Guatemala mejor, unida, jamás vencida.
Esta vez sin ironía y con una nación detrás del sentimiento: ¡Que Dios bendiga a Guatemala!