Juan Fernando Girón Solares

QUINTA PARTE

El sábado de Gloria de aquel año, Mauricio compartió con emoción, orgullo y satisfacción en la charla vespertina con sus amigos de la cuadra, los infaltables Héctor Hugo, Rafa y Alex, sus vivencias del día anterior en la Procesión del Santo Entierro de Santo Domingo; al mismo tiempo, entendió por primera vez, muchos de los términos a los cuales sus pares, se referían en sus conversaciones semanasanteras, tales como brazos, turnos, pasos, estandartes, marchas oficiales y tantos otros que le empezaban a ser sumamente familiares.

Al caer la tarde, se contactó vía telefónica con sus padres en la cabecera departamental de Jalapa, para narrarles la increíble experiencia vivida durante la Semana Mayor como nuevo devoto cargador, y lo que esta había producido en su vida. Durante la noche acompañó a sus abuelos a la VIGILIA PASCUAL que se celebró en la Capilla contigua al Boulevard de la Asunción, al inicio de la cual se encendió el Cirio Pascual, y acto seguido se celebró la Santa Misa con la que llegó el día más importante de la religiosidad cristiana.

Como una muestra de su gratitud al gentil grupo de vecinos, los abuelitos de Mauricio convidaron a estos y a sus familiares, a un almuerzo el Domingo de Resurrección en su casa del arco número cinco (5) de Jardines de la Asunción Norte. El humo que despedía la parrilla en la cual se asaban las longanizas y otros sabrosos embutidos, se dejaba sentir en el ambiente que al mismo tiempo, rompía el ayuno y la abstinencia de los días previos de Cuaresma y Semana Santa.

Para fortuna y alegría de Mauricio, al mismo asistieron también los papás de Rafa, toda su familia incluyendo desde luego a Brenda, Héctor Hugo y sus progenitores, y únicamente Alex, pues sus seres queridos habían acudido a un compromiso previo. Y en aquel ambiente familiar tan agradable, el tema de las procesiones y la nueva aventura de Mauricio se hizo presente cuando se repartían entre los platos, las tortillas con longaniza y chirmol, acompañadas de guacamol y un suculento arroz con chipilín. Luego de un sorbo profundo del vaso de fresco de chilacayote bien frío, tomó la palabra Alex, y se dirigió a los presentes, con la consabida pregunta para nuestro personaje: – Bueno Mauricio, llegó el momento. La semana antepasada, quedamos en que luego de haber participado y cargado en los cortejos de Semana Santa, nos ibas a decir cuál era la imagen y la Proce que más te había gustado. Y tu respuesta es…. ¿? –

La sonrisa de expectación encendió el rostro de todos los presentes, misma que siguió a un aplauso para Mauricio, como si fuese una fanfarrea que daría pie a la respuesta esperada, ya sea la de los Nazarenos de San José o de Candelaria, o bien la del Santo Entierro con el Sepultado de Santo Domingo. – Ah pues, Mauricio, dale, estamos todos en ascuas…- insistió Alex.

Todos guardaron silencio. Mauricio tomó aire y a continuación la palabra, y  meditó para su corazón algunas postales de su primera participación en estas procesiones que jamás olvidará: la fe con la que los cucuruchos y las devotas se ponen de rodillas al salir la procesión; la entrega de los romanos de San José; el canto del perdón del personal hospitalario del San Juan de Dios; la devoción del papá y el tío de Rafa, como celadores de Cristo Rey, y el sacrificio de los demás integrantes del cortejo el Jueves Santo, así como las mujeres que acompañaron largas horas a la Virgen de Dolores; el canto piadoso de las prisioneras de Santa Teresa al paso del Cristo Yacente dominico y finalmente, el canto del Perdón frente al Palacio Arzobispal la noche del Viernes Santo.

Estas escenas, que en su conjunto, fueron las que más conmovieron el corazón del muchacho, luego de su detenida reflexión, les obligó a confesarles:  “Amigos, las imágenes son muy lindas, tanto las de Jesús como las de la Virgen sin ninguna duda. Pero son imágenes. Las procesiones son algo extraordinario, pero lo que mueve el alma y el corazón de los cucuruchos y las devotas, es sin duda un Dios vivo que está presente en todos nosotros, y nos da un regalo extraordinario todos los días: nuestra fe en él. Me quedo con todas y cada una de las procesiones, a las que infaltablemente asistiré a partir de ahora, pero mi devoción real y sincera, es para Jesús Sacramentado, el que nos cuida y protege a seguir adelante, no solamente en Semana Santa, sino siempre…” El discurso de Mauricio concluyó con un cariñoso abrazo de sus abuelos. Había concluido de esa manera, el DILEMA DE DEVOCIÓN. Se había llevado las palmas JESÚS SACRAMENTADO.

Semanas después de concluida la Semana Mayor de 1971, Mauricio le declaró su amor a Brenda, desde luego en el entorno de su Colonia en la Zona 5, comenzando con un beso en sus labios aquel noviazgo que tanto soñó. En 1977, al cerrar su Carrera como Contador Público y Auditor, los dos se juraron su amor y fidelidad para siempre como marido y mujer, en la Parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, a los pies de la bellísima imagen morena de Cristo Rey, para gratitud y felicidad del papá tanto de Rafa como de Brenda. Su hogar se mantiene hasta nuestros días, con tres hijos, siete nietos y algún día si Dios así lo quiere los bisnietos.

En las primeras horas de la mañana del Primer Domingo de Cuaresma, 20 de febrero de 1972, se presentó un joven personaje al sitio donde inscribían a los participantes de la Procesión del Domingo de Ramos, en el salón contiguo a la Iglesia de San José. El Directivo de la Asociación, tomó el recibo-contraseña con el necesario papel carbón que decía INSCRIPCIÓN DOMINGO DE RAMOS DE 1972; lo introdujo en el rodillo de la máquina de escribir marca “REMINGTON” y colocó sus dedos en las teclas, iniciando así el proceso con el golpeteo seco del aparato (trac, trac, trac…):

Nombre ¿? – MAURICIO. Apellido… ¿?

CINCUENTA AÑOS han transcurrido ya, desde aquella histórica e inolvidable Semana Santa de 1971, al final de la cual Mauricio prometió a los señores con la cruz a cuestas y camino al sepulcro, no faltar a su cita anual de sus imponentes procesiones, lo que felizmente ha cumplido; ahora, son sus hijos, nietas y nietos los que lo llevan sin falta a San José, a la Candelaria o a Santo Domingo. El grupo infaltable de los cuatro amigos devotos de Jardines de la Asunción ya no está completo, pues uno de ellos se anticipó en su partida al padre, pero tres sobreviven y a pesar de que en este 2021, no habrá cortejos procesionales con ocasión de tan importante efemérides, nuestro personaje visita al Santísimo Sacramento para elevar a Dios un turno espiritual, y agradecer por su familia, por su profesión y la especial bendición de ser un devoto cargador. Ojalá que todos imitemos su ejemplo, y que en el devenir de los años, aparezcan muchos MAURICIOS en nuestras filas procesionales. Que así sea…

NOTA DEL AUTOR: La idea original de la historia que ustedes acaban de leer, y que espero haya sido de su agrado, fue concebida por un buen amigo devoto cargador,  JORGE MAURICIO MAY NAVARRETE, a quien agradezco de manera muy especial su aporte, en cuyo honor nuestro personaje y protagonista principal del relato, fue nombrado con ese nombre por un servidor de ustedes, y con algunas variantes se plasmó en estos apuntes. Deseo agradecer por un año más, la estrecha colaboración que mi amigo Eduardo Blandón, como responsable del Segmento Cultural de LA HORA, ha servido prestarnos para su publicación durante los Viernes de Cuaresma, así como a todo el personal de ese prestigioso e histórico rotativo; asimismo, agradezco el aporte fotográfico de mis colaboradores y amigos Sergio Vásquez y Luis Fernando Ordoñez, en especial con el material gráfico histórico de las procesiones de la Semana Mayor de 1971. Con la fe y el agradecimiento a Dios, y el firme propósito de retornar con una nueva historia cuaresmal en la temporada del año venidero 2022, en el marco de la reanudación de los Cortejos Procesionales más lindos del mundo, se despide, los saluda y agradece muy respetuosamente.

Fotografía.  Cortesía de Sergio Vásquez.

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