Luz Méndez de la Vega (Retalhuleu, 2 de septiembre de 1919 – Ciudad de Guatemala, 8 de marzo de 2012) . De las mejores escritoras guatemaltecas del siglo XX, fue poeta, ensayista, investigadora literaria y antologadora de poesía guatemalteca.
Virtud suprema
Si yo fuera hombre,
se codearían riendo,
al verme
como un viejo alce
doblada la frente por el peso
y la ramazón
de la cornamenta que
-aunque invisible-
todos miran, puesta por ti,
en mi cabeza.
Pero, como soy mujer,
precisamente,
la misma ven y loan
unánimes,
en admirativo coro,
como diadema esplendorosa
o aureola de santa.
Virtud suprema, pues,
que lleva al cielo
a la mujer,
aquello mismo que,
al hombre,
sume en infiernos
de burlas y vergüenzas.
La duda
Este herir y ser herida
este crear en zarza desmesurada,
este afilar las uñas en la sombra,
este clavar los dientes en los otros,
este encender venenos en las voces,
este enlodar los días claros,
y corromper las sombras,
este enturbiar el aire con blasfemias
y desgarrar la música con gritos,
este vivir y desvivirse,
este amar y desamar constante,
este odiar sin descanso y sin motivo,
esto, dime ¿Será estar vivos?
Edipo
A Johanna Godoy
Cegué mis ojos, Yocasta,
para no ver
otra cosa que a ti,
amada y retenida
en mis pupilas.
Para contemplarte siempre
irremplazable.
Mía, en otra realidad
mejor que la verdad
destrozadora del sueño.
Cegué mis ojos, Yocasta,
para sentirte viva,
acariciándome en el aire
que roza mis mejilla y
se enreda en mi cabello,
como si fueran tus manos.
Nada me importa
no ver más la flor
ni el cielo azul
ni la luna y las estrellas
ni las ciudades bulliciosas
ni los rostros de mis hijos
si puedo verte fija
imagen permanente,
que no borra ninguna otra.
Entre la densa noche
de mis ojos ciegos,
puedo imaginar la luz
por el calor del sol
que cae
sobre mi piel que te añora,
y que sueña
que, en su ardiente contacto,
la besan tus labios.
Cegué mis ojos, Yocasta,
para eternizarte en ellos.
Amor
¡al que no renuncio
aunque tenga el Hades
por castigo!
Darwiniana I
Nací apenas ayer,
con mi ombligo animal
raíz de carne
que aún busca
su placenta
entre agua y tierra.
Principio y fin
de otro
soy.
Nada entre nadas.
Vago perfil
que esconde
entre las sombras
la escamada cola
del saurio.
Mínima historia fetal
con el peso cósmico
a la espalda, y
la bíblica maldición
en la cabeza.
Tú y yo…
lo mismo todos
arcángeles intermedios
con la tremenda nostalgia
de nuestra pelambre
de simios.
Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda.