Juan José Narciso Chúa
La actual situación política constituye un momento crucial para el futuro de nuestra sociedad. Los representantes de los poderes políticos se aprestan a celebrar una elección para magistrados titular y suplente de la Corte de Constitucionalidad, en medio de una gran presión, en donde los poderes divergen con respecto la posición de la sociedad civil. Por un lado, así como del actual régimen en Estados Unidos, tanto del propio Gobierno, como del Senado y el Congreso de ese país.
A pesar de que la divergencia se inscribe en términos que varias expresiones de la sociedad civil plantean un proceso transparente de elección; es decir, únicamente se solicita que se realicen convocatorias abiertas, así como se establezcan criterios o parámetros para la elección definitiva, así como se provoque la incorporación de abogados que gocen de prestigio, que llenen los requisitos de idoneidad y honradez –una situación que en cualquier país fuera normal–, acá los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, ajenos a la presión han cerrado filas –abandonando la independencia de poderes–, han realizado procesos opacos e igualmente han llenado sus listas de candidatos con profesionales del derecho, en donde lo que menos existe es el prestigio, ni mucho menos aquellos que sean idóneos y honrados.
Mientras la sociedad civil y el Gobierno de Estados Unidos han solicitado profesionales de altura e incluso despojados de la dicotomía absurda de la ideología, los poderes del Estado en Guatemala, se han dedicado a llenar sus listados de profesionales alineados y sin visión de Estado. En este estado de cosas, el 14 de abril, se tendrá una nueva Corte de Constitucionalidad, que vendrá a constituir el cuerpo legal de más alto nivel de justicia para el país, pero, según parece, la misma se llenará de eslabones poco prestigiados y atados a la cadena de la impunidad. Ojalá me equivocara.
Los desprestigiados presidentes de los tres poderes del Estado, actúan sin sentido. Fuera del sentido de Estado, ajenos al sentido de ser depositarios de un mandato otorgado por el pueblo; sin sentido para interpretar el momento; aún más lejanos del sentido de comprensión de la interpretación de lo que ocurrirá a partir de sus decisiones finales. Sin sentido de todo. Nuevamente actuarán a las espaldas del pueblo. Ojalá la Usac no se alinee en esta caravana absurda de decisiones sin sentido, puesto que acabará con la poca reserva moral que hasta ahora tiene.
El Colegio de Abogados ya demostró también que su poder de convocatoria es espurio e ilegítimo y que los abogados de prestigio no presentan candidaturas, pues saben de antemano que únicamente sufrirán desgaste y los desprestigiarán para llevar a la CC, a aquellos que respondan a intereses y presiones. Basta con ver el listado de candidatos para la CC del Congreso de la República, para saber que caminamos hacia el desastre.
Mientras tanto el mandatario y otros diputados, ante la dolorosa agudización de muertes de mujeres y niñas, faltos de total capacidad para plantear estrategias articuladas para enfrentar y prevenir ese terrible flagelo, lo único que se les ocurre es nuevamente plantear la pena de muerte. Vaya incapacidad. Ni siquiera la más mínima idea lógica, articulada o novedosa, no salir con esa absurda propuesta, únicamente constata incapacidad, carencia de ideas, manifestación expresa de falta de ministros o secretarios que puedan responder a la altura de las circunstancias.
Si este dislate, constituye la única idea del Ejecutivo en términos de la agudización de asesinatos de mujeres y niñas, qué se puede esperar para que responda a las presiones para abrir una convocatoria pública para la elección de magistrados a la Corte de Constitucionalidad, buscando actuar con altura, intentando traducir los deseos de un pueblo que pide sentido de estadistas, exige transparencia, demanda cambios de fondo, pero con ideas como la de la pena de muerte, solo demuestra carencia total de ideas, incapacidad.
Las demandas ciudadanas deben responderse con seriedad y diligencia, de otra forma el mandato otorgado, se puede revertir. Pero las mafias hoy siguen su ruta de corrupción e impunidad, sin el menor recato o reparo. El futuro de nuestra sociedad hoy se encuentra en grave peligro. No permitamos que este grupúsculo destruya lo poco que se ha construido.