Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

En memoria de las niñas y mujeres a quienes salvaje e impunemente, autores enfermos y malignos les arrebataron la vida en estas primeras semanas transcurridas del 2021. En Guatemala la violencia es tan cotidiana, que la misma sociedad ni siquiera se conmueve, parece haberse acostumbrado, pese a los hechos indignantes y repugnantes como el secuestro, abuso sexual y asesinato de niñas.

La sociedad guatemalteca se caracteriza por ser multiétnica, pluricultural, diversa, patriarcal, machista, con fuertes rasgos de misoginia, racista, discriminatoria y sobretodo, hundida en una cultura de violencia que alcanza su máxima expresión en el desprecio por la vida de las personas sin distinguir sexo, edad, etnia, posición económica o nivel educativo, da igual para quienes como autores intelectuales ordenan a sicarios convertidos en autores materiales eliminar a las víctimas. Esa cultura de violencia golpea selectivamente a diferentes sectores sociales vulnerables y llega a extremos de arrebatar la vida de niñas, adolescentes y mujeres la mayoría de las veces acompañada de abuso sexual y con total impunidad, esta tiene una génesis, un origen, un principio que explica la conducta enferma, despiadada y perversa de quienes cometen este tipo de salvajadas.

La cultura de violencia que prevalece en Guatemala tiene causas históricas estructurales, el racismo, patriarcado, discriminación, desigualdades, pobreza, despojo de territorios, genocidio, sistemáticas violaciones a derechos humanos (DDHH), imposiciones de las élites, sometimiento a intereses de países centrales y pertenencia al bloque de países periféricos dependientes. Además de las causas estructurales anotadas, también hay causas coyunturales que prolongan la cultura de violencia e imponen conductas abusivas, irrespetuosas, cobardes, infames y desquiciadas como la de sicarios que obedecen al crimen organizado nacional y transnacional de narcotráfico, extorsiones, trata de personas, tráfico de armas, de órganos humanos, trata con fines de explotación sexual.

También son causas las conductas autoritarias, dictatoriales, abusos de autoridad y vulneración constante de DDHH cometidas por el Estado y sus agentes, situación que también es histórica pero que alcanzó mayor intensidad durante el conflicto armado interno que sacudió a la población guatemalteca durante treinta seis años (1960-1996). En ese período las dictaduras militares implantaron la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), mediante políticas contrainsurgentes y de control social, con violencia, abuso de fuerza y total desprecio por la vida de niñas, niños, adolescentes, mujeres, hombres y ancianos, los militares cometieron crímenes de lesa humanidad, entre estos, detenciones ilegales y arbitrarias, torturas, tratos crueles e inhumanos, desapariciones forzadas o involuntarias, ejecuciones extrajudiciales, masacres y genocidio. Todavía se siguen descubriendo cementerios clandestinos con fosas comunes, la mayoría encontrados en destacamentos militares donde fueron enterradas las víctimas de esta infamia. Durante esa época fue común el aparecimiento de cadáveres con claras señales de crueles torturas, que incluían cuerpos desmembrados y en el caso de mujeres con brutales señales de abuso sexual. Todo eso y más lo hicieron los militares y sus esbirros, son ellos y su malvado ejemplo, los verdaderos responsables de implantar una cultura de violencia que domina en la sociedad.

El desprecio por la vida que observamos en esta época, es un perverso legado que dejaron las dictaduras militares guatemaltecas impuestas el siglo pasado. Estamos ante un nuevo desafío, volcar nuestros esfuerzos para erradicar la cultura de violencia y fomentar cultura de paz, respeto a las diferencias y seguridad a los grupos vulnerables.

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