Juan De Dios Soberanis
Guatemala. Un país maravilloso, con gente que busca un mejor mañana, dejar a un lado la violencia, la avaricia y la corrupción, esa que cubre los sueños y la esperanza de crecer en un país libre. Un país libre de corruptos tomando decisiones por nosotros. Un país libre de permitirles a los ciudadanos crecer en un ambiente donde el que quiere hacer algo grande por su país no tiene por qué mancharse las manos con la impureza corrupta.
¿Quién no ha soñado con un país eficaz en sus tres poderes? donde el órgano legislativo funcione de manera limpia; donde el ejecutivo precisamente ejecute sus planes de acción y el judicial haga valer la ley, que sea imparcial ante funcionarios corruptos, que realmente se les ejecuten sentencias y al inocente que se le permita ver la luz del día, disfrutar de su vida sin una atadura a la cárcel impuesta por la intervención de alguien con más poder, al que no le convienen los intereses del soñador.
En materia de Derecho existe el término del Deber ser, que es la expectativa, el cómo debería ser que funcione la sociedad; a diferencia del Ser, que se trata de cómo son las cosas en el mundo real. Si el ámbito del Ser funcionara correctamente viviríamos en un paraíso en el que nadie debería de preocuparse de la violencia, la inseguridad o la corrupción, pero no es así. Vivimos en una perspectiva del Ser, donde es cierto que existen leyes, pero aquellos con poder se pueden aprovechar de saltárselas, de hacer negocios por debajo de la mesa y pactar actos que les resulten en su beneficio.
Hoy no escribo en una posición legal, escribo como un ciudadano que ve a simple vista, al igual que muchos, el mal funcionamiento del Estado y sus políticas. Escribo en la perspectiva de un chapín que lucha por un mejor mañana para su país, que no puede callar más los actos de corrupción, pero que, como todos, está acostumbrado a cosas efímeras, a modas que alcanzan popularidad, pero después de unas semanas pierden fuerza.
Qué hermoso sería tener un pueblo como el del 2015, que se reunía en la plaza de la constitución de manera pacífica con un propósito: el de acabar con la corrupción que azotaba al país. Casi treinta mil guatemaltecos reunidos para hacer justicia y gritarle al mundo de qué es capaz el pueblo de Guatemala y lo logramos, un momento donde se demostró que sí se puede. Es por ello que debemos recordarnos que tenemos este poder, que hoy en día, más que nunca, necesitamos esa perseverancia para luchar en contra de las injusticias.
A pesar de que vivimos en una Guatemala que tiene altos índices de pobreza, de desnutrición, de corrupción y bajos índices de educación, de seguridad y de desarrollo humano en general, somos un pueblo que cuenta con poder, poder real, que se desvanece al no recordarlo. Por ello, hago un llamado a la población guatemalteca, a los chapines de corazón y a todo aquel que quiera ver crecer a este hermoso país, a hacer ver desde las injusticias más insignificantes hasta las que parecen intocables, a demostrar que sí se puede buscar una Guatemala mejor, pero, sobre todo, hago un llamado a perseverar, a dejar de ser una Guatemala efímera.