Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

“Donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente”.
Peter Drucker. Escritor y consultor austriaco

Fue violento. Fue fatal. Fue un terremoto que a las 03:32 horas del 4 de febrero de 1976 despertó súbitamente a los guatemaltecos. Otros sin embargo, nunca despertaron. Hubo muerte, dolor, angustia y desesperanza.

En pocas horas los guatemaltecos estábamos dando muestras de valor, de fortaleza, pero ante todo de solidaridad. Guatemala estaba  en ruinas, pero los guatemaltecos estábamos en pie para atender a nuestras familias,  a nuestros vecinos. En pie para reiniciar el camino y levantarnos una vez más para hacer crecer a Guatemala. Fue una violenta remecida de la tierra. Y con ella, cayeron  edificios, se hundieron puentes y  carreteras quedaron inutilizadas.

Murieron 22 mil 788 guatemaltecos en el primer impacto. La cifra  días  después se  elevó a  24 mil 500 como consecuencia que en los restos de los viejos hospitales capitalinos murieron quienes recibían tratamiento por las lesiones sufridas. El total de heridos fue de 76 mil 504.

En el amanecer de ese  día, se podía ver  a trabajadores   con sus portaviandas caminando a sus trabajos o  llorando  por sus muertos, pero pala en mano buscaban entre  escombros de lo que había sido su vivienda los restos de la madre,  padre,   esposa,   hijos o  nietos. Igualmente sus valores,  ropa, fotos de la familia.

Y ahí estaban los siempre valientes bomberos voluntarios y municipales, los soldados del ejército,  dando más que una mano daban el corazón. Lloraban con los sobrevivientes que buscaban a sus muertos y  se quedaban por horas removiendo los escombros de los inmuebles para encontrar a los muertos.

Y un poco más lejos, en la Casa Presidencial, el presidente Laugerud es despertado violentamente por el terremoto. Trata de abrir la puerta de su dormitorio, pero está atrancada. Su oficial de asistencia, le grita que se guíe por la luz que le están pasando bajo otra puerta. Y así fue. Laugerud salió.

Y lo hizo para dirigir a Guatemala en aquellos dolorosos momentos. Recibió informes sobre la situación general y dos días después, a  través de una estación de radio que era la única que contaba con planta eléctrica propia dio un informe sobre la situación del país.

“Guatemala está herida, pero no de muerte” fue su frase que recorrió el mundo. Y hay que recordar que el primer avión que llegó al país tras el terremoto pertenecía al gobierno de Belice. El mandatario ordenó que no aterrizara en Guatemala y que volviera a su territorio. El ejército de Guatemala había preparado planes para invadir Belice el  último día de febrero. Nunca se llevó a cabo esa invasión, aunque las tropas guatemaltecas, al mando del entonces coronel Benedicto Lucas ya estaban en posición.

México envió su proyecto CONASUPO, que incluía cocinas  móviles y esto ayudó a la alimentación de grupos humanos desposeídos.
Laugerud recorrió al menos 20 veces el territorio nacional para supervisar  el avance de la limpieza del país, la reconstrucción, las carreteras y el agua.

La historia lo sitúa como un verdadero líder.

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